El lobo de plata - parte 9

Julián se encuentra amarrado en medio de los indígenas que, aunque están en la misma posición, lo miran con desconfianza. Él espera que Miler no lo observe y trata de mover las manos hacia los pies, haciendo que uno de sus collares se asomen por el cuello. En ese momento, uno de los indígenas lo observa con sorpresa y varios empiezan a hablar entre ellos.

Miler les ordena callarse usando un látigo. Un soldado se acerca a Miler y le dice que “el grupo” está por llegar. Mientras conversan, Julián alcanza una daga que guarda en su zapato, y rompe la cuerda que lo amarra disimuladamente. Miler le dice al soldado que prepare su llegada, él se encargará de otra situación.

María y el general Mazimiliano están detenidos mientras Fredozit conversa con algunos hombres. Luego regresa y le dice algo que la princesa le traduce: dice que la acompañará al lugar en el que se encuentra su padre. Al avanzar, los soldados se camuflan en el bosque al punto que parece que se han desvanecido. La pareja ve las luces de las antorchas de los edificios cerca, pero Fredozit desvía antes de llegar y se dirigen a la base de otra montaña, una cueva oculta por los arboles. La princesa lo reconoce: es la Casa Conejo, el hogar que habita Mistar Aryu y los que lo antecedieron, y quien orientaba sobre el futuro de su gente.

Por dentro la cueva está iluminada por cientos de antorchas. Mazimiliano se asombra al ver una especie de mapa primitivo, un croquis rústico, que muestra la posición de las aldeas tribales y la posición de las estrellas similares a las cartas de navegación que conocía. Frente a él se encuentra un hombre bastante serio, con un ropaje vivaz y joyas grandes. El general al verlo le parece que es como un antiguo gladiador. María le dice que él es Mistar Yil, el jefe de la guardia que protege a su familia, el más poderoso de los militares.

El hombre lo mira con desagrado, pero la princesa le dice que vendrán a ver a Mistar Aryu. Yil le dice que él está preparado para su visita, a pesar de que se aproximan vientos de guerra, no ha querido prevenir ni hablar sobre ese tema, y le incomoda que sí quiera ver al extranjero que la trae. Además solo lo verá a él.

Cristian le dice al padre que ellos no fueron requisados debido a su oficio, así que intentará buscar a Julián o al general para que los ayude, pues guarda una ganzúa entre su túnica. El padre Carlos le dice que tenga precaución y le entrega su diario en el que ha realizado su crónica de todo lo sucedido desde que partieron de España, lo que ha aprendido de los indígenas, la actuación de Miler y todo lo que está sucediendo. Asegura que es mejor que lo tenga él y no un viejo que apenas puede moverse. 

Cristian lo guarda y le dice que no se debe rendir, además le faltan muchas cosas por hacer, muchas cosas que enseñarle y especialmente que no debe dejarlo solo. El padre le dice que es mejor que se dé prisa y Cristian empieza a tratar de abrir la puerta. Carlitos lo ve y le dice que están más seguros adentro que afuera. Cristian logra abrir la puerta y sale de allí.

Mazimiliano es guiado por Yil hasta una gruta y le hace una seña para que ingrese. Adentro solo hay una pequeña luz de vela y un vapor que va en crecimiento hasta que no ve nada más, trata de seguir la luz y al palpar las paredes encuentra un pasadizo oculto que lo dirige a una pequeña habitación circular. Allí en el centro está Mistar Aryu, que permanece sentado y con los ojos cerrados, meditando. Es calvo y su barba negra crece abundantemente hasta el suelo, en la que tiene pequeñas flores blancas colgadas. Es similar a Mistar Jazán, excepto porque su presencia inspira paz y los vapores no son tan intoxicantes.

Al igual que la visita con su par, Mazimiliano se arrodilla frente a él y Mistar Aryu, sin moverse ni abrir los ojos, le dice que ya sabe a qué viene, pero no puede ayudarle como él desea. Él no sabe cómo puede entenderlo o sí él está hablando en su idioma. Es confuso, pero se concentra en sus palabras. El Mistar le dice que no puede transformarlo en un ser humano completo porque morirá de inmediato debido a la falta de sus vísceras. Le advierte que falta poco para que se transforme en un lobo por completo, una bestia sin raciocinio y que será en la próxima luna llena.

Sin darse cuenta, Mistar Aryu ha tomado su mano y se la examina, aun sin abrir los ojos. “Has consumido una hierba retenedora, pero eso solo retrasa que Lanine ocupe tu cuerpo poco a poco. Pronto te transformará en un lobo a su servicio, un lobo que solo pensará en matar a su presa. Tu bir está corrupto, puedo ayudarte a equilibrarlo, pero hay una consecuencia”.

Miler entra a la celda y llama al padre Carlos para que venga con él y al no ver a Cristian pregunta por él. El padre le dice que vinieron soldados de Fer-Sho y se lo llevaron, pero no sabe a dónde. Al sargento no le interesa en ese momento y se lo lleva por un pasillo, suben varios pisos y entran a una habitación. En el centro, rodeado de columnas, hay grandes cofres cerrados. Fer-Sho está a su lado y dice que están frente a los tesoros más grandes de los selsuicas, pues están en la cima de pirámide, que funciona como un templo para Actolé. Miler le ordena al padre que traduzca lo que dice.

Los cofres están llenos de figuras doradas y joyas, aunque las riquezas del reino y los de su padre se guardan en vastas galerías debajo de la pirámide. El otro cofre contiene el códice hasta entonces celosamente guardado. Fer-Sho le recuerda su pacto y le pide que no se atreva a traicionarlo, sus espías le han informado que todos los Mistar vienen en camino a recuperar la pirámide y será el momento oportuno para acabar con ellos.

Mistar Aryu le explica al general que el cuerpo es como una casa en la que viven dos entidades: Actolé y Lanine, las cuales usualmente están equilibradas en armonía y que circulan por el cuerpo a través de una corriente llamada bir. Cuando Lanine ocupa más espacio, el cuerpo enferma, al contrario, permitir a Actolé la ocupación total es alcanzar el Arizal en vida, que solo se logra con mucho tiempo de meditación.

Por ahora, la maldición de Mistar Jazán se ha encargado de retirar a Actolé de su cuerpo. Actolé, que también representa el amor incondicional, permanecerá allí hasta que la última persona que lo ame perezca. Además, debido a que no tiene sus vísceras, irónicamente, no podrá morir, hasta que muera el último de los selsuicas, pero eso no le evitará sentir dolor y ser herido. Podría sufrir mucho tiempo una agonía.

El general le responde que en ese caso está condenado, porque hará todo lo posible para que ninguno de ellos muera. Mistar Aryu le dice que es inevitable, y además, lo que malinterpretó Mistar Jazán, es que el general no traerá la destrucción de Selseux, simplemente no podrá evitarla, pues deberá escoger entre salvar a los selsuicas o salvar a la persona que ama, y él ya ha visto su elección. Luego abre los ojos y le dice: “El fin de Selseux como lo conocemos está cerca. Pronto iniciará una nueva era para todos nosotros”.

Miler usa una antorcha y se acerca al códice, con el pretexto de leerlo más de cerca. Tanto el padre como Fer-Sho se perturban con ese acto. El sargento se endereza y le dice que no se preocupe, que sus hombres están listos para exterminarlos, aunque también lo pensó bien y él será parte de esa lista también. Así lanza la antorcha al libro y enfila su espada contra él, pero Fer-Sho también responde al ataque y varios soldados de uno y otro bando que estaban escondidos salen a proteger a sus jefes. Cristian llega al sitio y ve al padre tratando de apagar el fuego del manuscrito.

Mister Aryu se mete los dedos en la boca y parece que se saca una muela, la que coloca en un tazón y la llena de agua caliente que tenía calentando a su lado. Luego, con cuidado, saca el agua del tazón y se la ofrece al general, mientras le dice que su metamorfosis es tan irrevocable como necesaria, y con ese ofrecimiento no perderá su racionamiento cuando sea un lobo, su bir estará equilibrado de nuevo, y no se perturbará aunque no haya quien lo ame, sin embargo, se conserva la regla de morir hasta que muera el último de su raza indígena. Además, cada luna llena regresará a su forma humana.

El general estira la mano hacia el tazón, lo piensa durante unos segundos y agarra la muela, que a su sentido se siente suave como el primer frijol que comió. Al consumirlo siente como un corrientazo en todas sus extremidades que lo hace cerrar los ojos. “Tu equilibrio está casi terminado. Debes ir a Jurica y bañarte en sus aguas. Evita transformarte antes de que suceda o nada de esto habrá valido la pena”.

El general abre los ojos y se encuentra de nuevo frente a la pequeña vela, palpa de nuevo las paredes, pero solo está el pasaje por donde ingresó. Allí está la princesa que lo abraza al verlo que está bien. Ella le pregunta si lo ha liberado de la maldición y él le dice que algo así ha pasado, pero para terminar deben ir a Jurica, aunque no sabe qué es eso.

Los soldados de Miler rápidamente acaban con las armas primitivas y reducen a los indígenas. Miler desarma y apunta su espada contra Fer-Sho, quien queda de rodillas. “Padre nuestro, no nos dejes caer en la tentación y líbranos de todo mal”, dice antes de hundir la espada en su cuerpo. Ordena a sus hombres que tomen los tesoros que quieran y se marchen. Luego ve al padre con el códice en sus manos.

- Padre, deme el honor de destruir semejante sacrilegio.
- No, es la historia. Si es destruida, no se sabrá nada de ellos nunca, morirán en el olvido.
- Se ha dejado llevar por ellos, su alma está corrupta. Se le ha metido el demonio. Abandone ese libro y le permitiré vivir en una celda incomunicado, para que el diablo no contagie más personas.
- Es el diablo lo que tú eres.

El sargento Miler se encoleriza y atraviesa el códice, haciéndolo también con el padre. Escondido entre las columnas, Cristian presencia todo y contiene un grito. Observa a Miler arrancando el códice de las manos del padre Carlos y lanzándolo al fuego, luego lo abandona. Cristian sale de allí a auxiliarlo, pero el padre le dice que guarde el códice y que salve el alma de los indígenas. Cristian corre y recupera el libro, aunque muchas hojas ya están quemadas. Regresa con él y le dice que aún no está ordenado. El padre le dice sonriendo que él no necesita aprender nada más y en secreto de confesión le dice que él tampoco se ordenó por completo.

María le dice al general que Jurica es un lugar sagrado, una laguna creada por Fustaia en la que ella y Macorí procrearon los primeros seres humanos. Mistar Yil interviene y le pregunta a la princesa por qué ha mencionado ese lugar y el general se sorprende porque puede entender lo que dice, como si hablaran en ambos idiomas al mismo tiempo, pero el Mistar no entiende aún el español. 

Yil le dice que lo de Jurica es lo que se ha dicho siempre, sin embargo, lo sagrado al parecer es debido porque fue donde apareció Actolé por primera vez y desde donde creó todo lo conocido, de acuerdo a los estudios del códice de Macorí. Es una laguna queda al norte de la pirámide y él sabe una ruta para llevarlo, ya que de todos modos tienen que ir a ese lugar.

La princesa dice que no hay que perder tiempo, pero Yil le dice que solo llevará al extranjero si ella regresa con su padre y el ejército que se prepara para retomar Anegatra. Inician una discusión en la que ella dice que no abandonará a Mazimiliano. De pronto el general se da cuenta que al esforzarse por tratar de comprender el idioma selsuica, empieza a crecer vello plateado en sus brazos y sus uñas empiezan a engrosarse. 

Con un grito, pide cesar la discusión, le dice a María que obedezca a su padre y que pronto se verán en la pirámide. Es entonces cuando la besa y siente que las uñas se contraen de nuevo. Yil llama a Fredozit y le dice que escolte a la princesa, mientras preparan los caballos para el viaje a Jurica.

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