El lobo de plata - parte 7

Cristian despierta asustado en medio de la noche y empieza a orar. El padre Carlos se despierta y observa lo que sucede. Le pregunta qué ha pasado y Cristian dice que ha soñado con que lo atacaba un roedor gigante y no pudo defenderse, pues sus ojos claros eran esclavizantes.

Por esa razón no dudó en levantar una oración a sus santos favoritos: santa Paula, san Javier y a veces a san Alberto. El padre dice que el último no es de sus afectos, pero es el más confiable para resolver los problemas ante las aventuras que están teniendo. Luego le dice que lo mejor es ir a dormir. En cualquier momento necesitarán de todos los santos para liberarse del sargento.

Al salir el sol, la princesa María, que se encontraba durmiendo sobre el oso, despierta atónita. Ellos han estado caminando sin descanso, y la princesa dice que reconoce esas tierras, están bastante cerca de Anegatra, pero la distancia que han recorrido es bastante corta y no tiene explicación. El general Mazimiliano menciona que es tan lógico como que Eulyzes es quien los ha estado guiando.

Al mediodía ven a lo lejos una construcción piramidal que sobresale de varias edificaciones y se va haciendo más grande a medida que se acercan. María está ansiosa por ver a su padre. El grupo empieza a ver personas dedicadas al pastoreo y el general considera que no es una agricultura tan rudimentaria como pensaba. Algunos hombres huyen al ver al oso, otros quedan petrificados.

En un momento el oso se detiene, se sienta y gruñe. Mazimiliano, que es el único que puede oírlo, lo cuestiona por su actitud. Eulyzes le dice que no avanzará más. Por su maldición, perderá su humanidad en cuanto se rodee de más hombres, lo que ha estado controlado hasta ahora tal vez por la maldición del general. Teme que si continúa, termine atacándolos y no quiere eso, especialmente para el soldado que le salvó la vida.

Mazimiliano sintetiza rápidamente a los demás lo que sucede y Julián advierte que se acerca una muchedumbre a ver al oso. María pasa de la preocupación a la calma, cuando ve que entre la muchedumbre se encuentra un amigo suyo, el cocinero de la corte Roján. La princesa ordena que nadie pueda acercarse, excepto él, quién camina completamente asombrado hacia ella.

María traduce las frases de Roján, quien explica que en la gran asamblea discutían sobre las visiones de Mistar Aryu, gran chamán del emperador. Él mencionaba que los extranjeros llegaron trayendo la guerra y el fin de los selsuicas, por lo que el dios Macorí ha enviado a uno de sus guerreros celestiales, que sería identificado por su color de piel plateado, vendría acompañado de uno de los primeros selsuicas y por un selsuica de sangre real.

El general comprende que se relacione el metal de su armadura con el color de plata y la sangre real de la princesa, pero no comprende a qué se refiere con “el primero de los selsuicas”. María es quien le dice que antes de crear a los hombres, eran los osos quienes gobernaban en la tierra, construyeron la pirámide y se la entregaron a los hombres como gesto de grandeza, y los hombres al mando de su padre construyeron la ciudad alrededor de la pirámide. Por esa razón Anegatra significa ‘Ciudad de Osos’. Los hombres cuidan y respetan a los osos, y los osos protegerán a los hombres que los merezcan.

Roján les pide que los acompañen al salón del emperador, el Taramara Yon. Eulyzes dice que regresará al bosque y que le diga a Julián que de todos modos va a estar protegiéndolo, ya que él le debe la vida. Mientras el resto del grupo camina hacia el centro de la ciudad, Julián y el general ven que todas las personas están cubiertas con gran cantidad adornos brillantes, joyas de oro y piedras preciosas. María cree que su padre pudo haber adelantado la fiesta de la cosecha o es una de los dioses.

El general está sorprendido con la belleza de la ciudad. El camino hacia la pirámide está centrado por una corriente de agua. El ingreso al enorme edificio se hace por la base y luego se asciende por una gran escalera central. Todo está iluminado de manera natural por el uso de cristales y platería. En el último salón al que llegan está lleno de bullicio, hombres y mujeres con comida y bebida, al parecer sirviendo a un hombre grande y enorme que se encuentra sentado en el fondo. Al notar su presencia, todos se quedan quietos y el hombre enorme ordena que salgan todos, quiere hablar a solas con los recién llegados.

El Taramara Yon se levanta y llama a la princesa, quienes se sonríen paternalmente, pero ella solo besa su mano. Luego ve al general y se acerca llevando sus pesadas carnes. Lo saluda diciéndole que es siervo del ejército de los dioses. María traduce y Yon se asusta, pero supone que es el idioma de los dioses y le han dado la virtud a su hija para entenderlos. Con un grito llama a una mujer para que atienda a los hombres en otro salón, pero le pide a su hija que se quede.

Él le dice que confía que ella haya traído a un dios a su casa y no al enemigo. María le dice que Mistar Aryu podría probar si es un malvado extranjero o un aliado de los dioses. Yon le dice que es muy tarde, que Mistar Aryu y su consejero de guerra ya se han ido a su casa materna, a Casa Ratón, a protegerse y planear la defensa de la ciudad aprovechando la visita del enviado de los dioses. 

Le dice que esa noche él y otros altos mandos partirán a ese lugar después de la celebración. Confía en que ella tomará la mejor decisión: si su invitado es un enviado de los dioses no habrá problema en que se quede en Anegatra, pero si es un extranjero se irá con su padre. Finalmente le recuerda que no olvide las historias que le ha contado, que no debe confiar en los extranjeros.

El general ve a través de la ventana de su habitación el atardecer, y a los ciudadanos tocando y bailando en la fiesta. Julián le pregunta que de qué cree que se trate y la princesa, que estaba ingresando, es quien explica. Dice que cada año, de acuerdo a la posición de las estrellas, realizan fiestas en agradecimiento a sus dioses. Justo en esta época se realizan las de la diosa Terani.

Explica que Actolé dio luz a Terani y tras un doloroso parto quedó infértil. Para reparar su error, Terani enseñó a las mujeres a tener hijos y a parirlos. También recibía a los más longevos en un sueño profundo y les enseñó a despedirse de ellos. Terani es la deidad de la vida y la muerte, también de la justicia y del buen dormir. Morir dormido es considerado una visita de Terani a la casa del difunto y una bendición para la familia.

Agrega que heredó los ojos de Actolé, así que al igual que ella, vigila a las personas y ve lo bueno con su ojo izquierdo y lo malo con su ojo derecho, a través de Lanine. Cuando una persona muere, la diosa Terani separa la ‘zorestra’, o lo que da vida, del cuerpo, y lo juzga. Los héroes y los buenos son llevados ante Actolé, a unirse con ella y por lo tanto, con todo lo demás. Los que fueron malos van al fondo de la tierra a sostenerla eternamente para evitar que se hunda.

Mientras tanto el cuerpo inerte es ocupado por Lanine y por eso trae una serie de desgracias. Lausan, Macorí y Fustaia jamás permitieron que Lanine se acercara, por lo que los cuerpos no se entierran, no se creman ni se dejan en el agua. Terani ordenó entonces construir un santuario, una especie de torres huecas en cuyo interior se colocaba el cuerpo expuesto al aire y a la luz del sol, alejado de la vista de todos.

Comenta que solo los líderes religiosos y los portadores de los cuerpos, luego de cumplir varios rituales, pueden ingresar, y son ellos los que han dicho lo que sucede adentro: los buitres sacan la carne de los huesos, y el suelo inclinado hacia el centro permite que los huesos se deslicen a un pozo.

- Eso suena espantoso – dice el general.
- Suena a que debemos disfrutar. La paz puede terminar en cualquier momento.

La princesa invita a Mazimiliano y a Julián a participar de la fiesta y ellos aceptan. María sale y entran algunas mujeres que los visten con finas telas y los cubren de joyas. Poco después María regresa y el general no puede dejar de admirar su hermosura. Al salir a una extensa plaza, hombres y mujeres los enaltecen y le lanzan flores. Les ofrecen comidas y bebidas. El general sonríe y nota que la princesa lo ve, y también lo hace.

El grupo comandado por Miler y Fer-Sho pasan junto a uno de los santuarios de Terani, que es tiene al menos diez metros de altura y está cubierto por buitres. El sargento ve una entrada y se dirige hacia ella, pero Fer-Sho rápidamente le prohíbe continuar. Junto al padre Carlos, Fer-Sho les explica que son estructuras sagradas relacionadas con la muerte y no les beneficiará molestar a la diosa.

Miler le dice al padre que alcanzó a ver lo que pasaba adentro y se sintió enfermo. “Definitivamente tendremos mucho que hacer para evangelizar a estos salvajes”. El comentario termina justo cuando el grupo llega a un campamento lleno de hombres y caballos que alistan sus armas. El sacerdote se dirige sutilmente a Cristian y le dice que es momento de elevar sus oraciones a san Alberto.

Fer-Sho le dice a Miler y al padre Carlos que es solo un pequeño grupo y esa es solo una de varias bases que tiene alrededor de Anegatra. Esa noche se quedarán ahí y partirán al amanecer. Dentro de poco llegarán a la ciudad.

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