El lobo de plata - parte 4

Al tercer día de la travesía, la princesa María Esperanza ve orando al padre Carlos y él se da cuenta. Le comenta que su Dios escucha todas sus oraciones porque está en todas partes, como el viento, así que será más efectivo que si ella lo hace con Actolé, que debe estar en el Arizal. Ella, que ya comprendía cuando Cristian le leía el Génesis, le respondió en español que ese lugar no está hecho de aire ni que Actolé se encuentra allí solamente.

El Arizal se cree que está en la cima de la montaña más alta, la cual lleva ese nombre, pero las personas con un pensamiento débil y un mal corazón no pueden encontrarla. Por esa razón muchos se preparan para subir, pocos pueden hacerlo y nadie nunca ha regresado, creyéndose que su ingreso al Arizal no tiene marcha atrás.

El general entonces menciona bromeando que él nunca verá ese lugar, ya que su corazón y sus pulmones quedaron dañados por algún motivo que no quiere comentar. La princesa también menciona que su historia del Génesis era bastante parecida a la de Actolé. El general, el padre y Miler la escucharon atentamente. Ella profundizó mencionando que en el principio, solo existía el conocimiento, cuyo nombre era impronunciable, por lo que se le conoció como Actolé. Luego de crear la naturaleza sintió que ningún ser viviente estaba a su nivel.

Esta divinidad poseía dos grandes ojos que abarcaban la vista de todo y vio también una soledad inmensa. Por esa razón usó su ojo derecho para crear otro ser, a quien llamó Lanine, pero éste no pensaba, no diferenciaba el bien del mal, sino que era demasiado impulsivo, por lo que Actolé lo condenó a ocultarse en la oscuridad.

Lanine es fogoso, apasionado, impulsivo y pasional, y es reconocido como el dios de la oscuridad, el miedo, la ira, la imprudencia, las enfermedades, en general del mal, el que aparece sin ser invitado y provoca peleas y discordia. Esa fue la razón por la que mientras estaba vacacionando, vieron en el cielo cientos de aves, y fue tomado como una señal de visitantes. La princesa se ofreció a recibirlos y averiguar si eran visitantes de Actolé o de Lanine. Ya que no le había pasado nada, estaba segura que habían sido enviados por Actolé.

La princesa continúa explicando que de todos modos será confirmado por el Mistar de Casa Marrano. Cristian le pregunta el significado de Mistar y le dice que en su sociedad, después de su padre, que es la máxima autoridad, continúan líderes llamados Mistar, que se encargan de asuntos militares, políticos y religiosos. Usualmente ellos no se comprometen, sino que llevan una hermandad perdurable con otro Mistar, relacionados por un accesorio igual que ambos llevaban y no podían quitarse.

En el caso de Casa Marrano, se trataba de Mistar Jazán, un poderoso guía que realiza predicciones, invoca a los espíritus y ejerce prácticas curativas utilizando poderes ocultos y productos naturales. Su compañero es Mistar Salxi, quien se encarga de asuntos militares de esa región. La princesa era la única que podía omitir mencionar su título, pero era tal el respeto, la autoridad o el miedo que infundía Mistar Jazán que incluso ella lo llamaba como cualquier ciudadano más. Miler simplemente observa disgustado.

El general Mazimiliano observó que a lo lejos se distinguía un edificio alto y casi al mismo tiempo presintió que lo estaban observando. Sutilmente con señales de mano alertó a los soldados de mantenerse atentos, al mismo tiempo se lo mencionó a la princesa y le pidió a ella que en su nombre los hiciera salir, cosa que hizo de inmediato.

Varios guerreros nativos, parecidos a los escoltas de la princesa, los rodearon de una manera sincronizada y el que parecía su jefe se dirigió a ella. La princesa les explicó la situación y los guerreros terminaron por escoltar la caravana en su camino a la ciudadela durante medio día.

Al llegar allí vieron varios indígenas que se estremecieron por la escena: la princesa, los soldados, los extranjeros, el traje del padre Dijuliao, las brillantes armas del sargento Miler. No se detuvieron allí, se dirigieron al gran edificio grisáceo que el general había visto. Estaba decorado con preciosos mosaicos y grabados sobre la piedra que mostraban escenas impresionantes.

Se bajaron de los caballos y el general, el padre, Cristian y Miler ingresaron tras la princesa. Los soldados de ambas civilizaciones se quedaron afuera. Adentro se veía un salón con algunos accesos comunes y en el centro una enorme puerta. Esta se abrió por un momento, justo para que un hombre saliera, y luego volvió a quedar cerrada.

Mazimiliano lo reconoció: era el mismo que había llegado con la princesa y sus escoltas y que luego partió. Ella lo presentó como Zebas, una especie de relacionista que se encargaba de conversar con los Mistar y darle informes al padre de María, pero también era su amigo y su asistente.

Zebas se dirigió con su sonrisa característica hacia la princesa y le comunico que Mistar Jazán ya estaba enterado de su visita, pero solo quería recibir al general. La princesa se lo dijo a él y le recordó que tuviera cuidado en sus acciones, cualquier cosa podría ofender al colérico chamán.

Con la misma rapidez ingresaron ambos al otro salón separado por la enorme puerta. El aire allí era distinto. El general se sorprendió por este olor y también por lo que vio. A pesar de ser un salón grande y decorado con impresionante arte, cinco personas estaban sentadas en el suelo muy cerca en el centro de ella formando un cuadrado.

Dos hombres quedaban de frente a los otros y los cuatro tocaban instrumentos musicales y emitían sonidos guturales que al general le parecieron ruidos ensordecedores. Un hombre más grande miraba en dirección perpendicular a los demás y ubicado a un lado entre los demás, el general asumió que debería tratarse de Mistar Jazán y, a diferencia de los demás, no se movía mucho.

Zebas se sentó frente a él dejando un espacio para que el general se sentara y cerrara el cuadro. Los hombres además fumaban largas pipas y entre ellos había varias varas de incienso que era lo que producían los humos y los vapores que indisponían al general.

Sentado de rodillas, Mistar Jazán parecía que solo movía los labios y una mirada perdida y entrecerrada, emitiendo sonidos inaudibles debido al ruido y al general le pareció una escena budista. Pensando cómo iba a hacerse entender sin la ayuda de la princesa, hizo un amague para interceder y fue cuando Mistar Jazán cerró la boca y abrió levemente los ojos, mirándolo directamente y haciendo que todo callara enseguida. Un hombre a su lado le pasó una caja a Mistar Jazán y el general vio entonces que portaban una manilla igual. Debía ser Mistar Salxi.

Mistar Jazán abrió la caja. En su interior había una pipa y un frijol que le fue ofrecido al general. Aunque odiaba todo eso, quería evitar alguna ofensa. Primero masticó el frijol, sintió escalofríos y luego levantó la pipa. En cuanto la tomó el grupo nuevamente inició con el ruido. Zebas encendió la pipa y la llenó. El general aspiró fuertemente, con esfuerzo y un poco de dolor. Un horrible sabor pasó por su garganta y una terrible sensación por todo su cuerpo.

En ese momento todo cambió. La música empezaba a tener sentido, pero eso era lo de menos. El arte cobraba vida, e incluso escuchaba a Mistar Jazán en su propio idioma, de hecho lo veía más grande y temible, al punto de verlo con alas de murciélago y cuernos de cabra.
- No es a mí a quien debe temer, general. El gran Lanine me ha mostrado tu corazón y ya es lo bastante temible. Ya he visto que seremos dañados...
- No es así, venimos en paz, lo juro por Dios.

Mistar Jazan lo rodeó, el general no podía moverse, le costaba respirar, y los demás parecían no inmutarse.
- Su dios es un dios de guerra y muerte. Los ha traído aquí a luchar contra nuestros dioses. Has traído nuestra destrucción.
- No es cierto.
- Majadero. Si tan seguro estás, entonces te sentencio. Vivirás mientras el último de nuestra raza viva y hasta ese momento morirás – Mister Jazán lo abrazó por detrás – Esto ya no será necesario.

El general vio como el chamán atravesaba su cuerpo y le sacaba una masa negra latiendo y terminaba por comerlo.
- Cuando el amor que sienten por ti muera, ya no podrás comunicarte con otro ser humano. Vivirás oculto evitando que te cacen. Lanine así pide este tributo. Sálvanos y morirás como un hombre querido. Mátanos y la muerte huirá de ti. Ahora vete, pues tu presencia apesta este sagrado lugar.

El general apenas lo podía creer. La mirada de Mistar Jazán se mantuvo fija aun cuando regresó a su puesto inicial. Recordó a su madre, sus hermanas, sus hijas y todo lo que había abandonado por este viaje. Luego vio a la princesa llamándolo cada vez más cerca, hasta que la sintió zarandeándolo del hombro. Estaba recostado en una hamaca dentro de una habitación.
- Has dormido bastante tiempo – le dijo.
- ¿Qué has dicho? – luego se percató que no seguía con Mistar Jazán – ¿Qué sucedió? ¿Ha sido todo un sueño? Estuve en una habitación inhalando vapores... no recuerdo mucho, sin embargo, me siento bien, siento que respiro mejor.
- ¿Vapores? – mencionó el padre – He sentido el olor del opio.

Solamente estaban los tres en esa habitación. María Esperanza le confirma que no fue un sueño, fue maldecido por Mistar Jazán, y ella se siente culpable. El padre le pregunta si no hay manera de revertir lo que haya hecho. Justamente estaba entrando Mistar Salxi con la orden para sacarlos de la aldea y le princesa le pide que intervenga para retirar la maldición. Él le dice que no puede hacerlo, pero le sugiere que otro chamán tal vez pueda hacerlo.

Mientras salen de la ciudad, la princesa le dice que lo mejor es visitar a su padre, pues su consejero también es un chamán reconocido y él podrá ayudarlo. El general, sin embargo, está confundido, porque se siente con excelente semblante. El padre Carlos le pregunta si recuerda algo de la conversación con Mistar Jazán, él le dice que solo visiones, cosas sin sentido, pero también le dijo que habrá una guerra entre los indígenas y los europeos. El padre le dice que espera que no suceda eso, el general está de acuerdo, mientras ambos observan a Miler afilando su espada.

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