El cuerpo de San Martín - parte 9

Un vigilante se encontraba en un salón, con dos puertas cerradas en cada extremo. Se sentó en una silla frente a un pequeño escritorio, que tenía actas de seguridad y un pequeño televisor. Sacó un emparedado envuelto de un cajón y le desenrolló la película de protección, cuando se abrió una de las puertas y entró Mélani con un grupo de personas. El vigilante guardó el emparedado de nuevo.

-     Ahora nos encontramos en el último salón antes de acceder al Salón del Trono. Como hemos venido viendo, en cada salón han encontrado pinturas representativas de la llegada de las primeras familias a la isla y su encuentro con los indígenas hostiles, en una especie de orden jerárquica. En el Salón del Trono verán las de los primeros reyes. Aquí, observarán solo dos pinturas: a su derecha, 'San Carlos Dijuliao evangelizando a Fernando y Gabriel', obra de 1855, y a la izquierda 'El General Mazimiliano triunfando sobre el yugo indígena del terrible Saraguma, pintura de 1798. Precisamente, en este lugar, el rey Francisco se reunió con el Papa Nicolao para santificar a San Carlos Dijuliao…

Meláni observó por casualidad el televisor del vigilante, que transmitía imágenes de perfil de su mentora. Olvidando a los turistas, le pidió a su dueño que subiera el volumen.

-     Repetimos la información – dijo la presentadora de noticias – Carolina Rúalexli Verástegui, conocida socialmente como la Señorita Rúa, quien fuera esposa del condecorado caballero Luis Aldemarino, docente la Universidad Real y presidenta de la Sociedad Histórica Real, fue encontrada sin vida hace unos momentos…
-     ¡Señorita! – interrumpió uno de los turistas – permítame decirle que no creo en lo que usted dice… estuve conviviendo con los indígenas selsuicas, y en su historia nunca comentaron esa agresividad ni hostilidad que la mencionada oficialmente cuenta.
-     Ya he dicho que son comentarios de ese grupo antimonarquista que se hace llamar Defensores de la Historia, no hay que creer en sus patrañas.
-     ¡No son patrañas! ¡Es real! ¡Los reyes y sus ministerios están mintiendo! ¡No más mentiras! ¡Abajo la reina y sus impuestos!

Los demás turistas parecían confusos, mientras varios vigilantes que llegaron llamados por el primero se acercaban al hombre, que trató de huir.

-     Apuesto que la muerte de esa mujer no fue así – dijo señalando el televisor – los asesinos reales siempre arreglan todo para que se vea bonito.
-     ¡Fuera de aquí! – dijo Mélani, mientras dirigió su vista al televisor – Por favor, ignoren este bochornoso suceso.
-     Las primeras informaciones dicen que la señorita Rúa murió de un infarto mientras dormía en su casa ubicada en el sector de Bonayre. Nuestras condolencias, una muerte sin sufrimiento para una de las personalidades más destacadas en la sociedad intelectual del país. Ahora volvamos con la noticia del día: ¿está saliendo la condesa Andrea Milenai con el importante y atractivo empresario Fabencesco Di Follia?

Mélani quedo atónita frente a lo que había escuchado, pero los turistas lo atribuyeron al vergonzoso incidente, y no hicieron más preguntas, ni por los cuadros históricos.

Mientras tanto, Pamela estaba sentada en un vestíbulo, mientras observaba al capitán dar vueltas desesperadamente. Una anciana mucama se acercó a ellos y dejó dos tazas de té en una mesita. Ambos agradecieron, pero la mujer se fue sin decir nada.

-     No puedo creer que el proceso de levantamiento y medicina forense haya sido tan rápido – dijo la detective.
-     No me gusta nada que intervenga la realeza.

En seguida, una puerta se abrió, y salieron dos hombres de la habitación. Uno de ellos se adelantó y el otro, el más grande, quedó frente al capitán.

-     Ya puede pasar, sargento Saverino.
-     Capitán Saverino, señor Máximo.
-     Vice ministro Máximo, che. Que no se te olvide.

El capitán le hizo un gesto a Pamela y ambos entraron a la habitación. Se sentaron en un sofá. Frente a ellos, en uno similar, estaba sentado Luis Aldemarino, sobándose la cabeza con los dedos, y señaló un documento sobre la mesita en medio, que el capitán leyó enseguida. Pamela tomó la otra hoja.

-     Son los resultados de la autopsia – dijo el Capitán – No demoraron más de dos horas. Según esto, la causa fue la mezcla de antibióticos y licor.
-     Fue mi culpa – dijo Luis.
-     ¿A qué se refiere?
-     Esos hombres, los del Ministerio de Educación, vinieron a decirme que se encargarán de transmitir a la opinión pública lo que deben oír.
-     ¿Qué tiene que ver el Ministerio en todo esto? – dijo la detective, dejando la hoja por un momento.
-     No es muy difícil de comprender, señorita. Quieren que la historia del reino continúe como está: manipulada. Rúa no sabía que yo estaba al tanto de sus planes… de sus reuniones con Taborda… ni que había rechazado la rectoría de la Universidad Real. No debí alcahuetear sus salidas a la Calle de los Jubilados, debí decirle todo. Señor, señorita, me retiro. Parece que todo está claro.

Pamela y el detective ven cómo se marcha. Él no sabe qué hacer. Ella, por el contrario, con la hoja en la mano, decide visitar nuevamente a Dajat, porque algo no está bien.

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