La Casa de más de Cuatro Pisos - Parte 11

Tatiana y Germanio regresan al hotel y ellos le cuenta lo sucedido a la familia. Luego le piden a cada uno que busquen a siete personas con las características de los pecados capitales.

David Palermo sale a un casino, pero no puede evitar comenzar a jugar. Driana entra a una discoteca. Ve a una persona durmiendo y piensa que es la pereza. Luego ve a dos mujeres que se sonreían, pero en cuanto se dejaban de ver hacían un gesto de hipocresía que ella ve como envidia. “Ya tengo dos”.

Juan va hacia al estadio y ve a un hombre comiendo como un cerdo. Él dice que es gula, pero deja de buscar al toparse con dos españolas y trata de conquistarlas. Josué entra a una biblioteca y ve a un hombre furioso porque no encontraba un libro y los bota al suelo. “Debe ser la ira”, dice, pero al igual que los otros se entretiene al ver un libro de historia japonesa.

Tatiana encuentra en un salón de belleza casi todos los males y la esperanza, excepto la lujuria, y se frustra. Todos vuelven al hotel a la hora prevista y discuten sobre sus encuentros. De pronto Germanio llama a Jennifer:
- Señora, Stuart fue envenenado y lo último que dijo fue: don Raimundo.
- ¿Tenía el Ojo de Pandora? – pregunta Tatiana quien escuchó todo.
- Así es Tatiana, perdón, señorita.

Ella no le presta atención a la disculpa y se acuesta a dormir, pensando en los siete males y la esperanza reunidos. Los pensamientos se mezclan con los recuerdos de la familia y sus actitudes. Pronto queda dormida. Por la mañana despierta y dice con un grito que despierta a Jennifer “¡Los encontré!”.

Se levanta, se pone una bata, toma el báculo y baja corriendo las escaleras, pero al darse cuenta está perdida y no entiende por qué le dio ese arranque o para qué quería bajar las escaleras. Está en el parqueadero, lleno de carros, pero no ve personas. Luego gira y ve a alguien: “Oh, capitán Toribio, eres tú, me asusté un poco”, pero al verlo más de cerca nota que está pálido y ojeroso y más serio que siempre. Tatiana se da cuenta que no es él mismo y empieza a retroceder.

- ¡Cómo no lo comprendí antes! Tú has sido quien infecta a la gente, ¡claro! las visitas al hospital, el concierto, las joyas, el ataque de Paolina y Marisa, sucedieron después que… esas vendas…
- Eres hábil, Esperanza – le dice hostilmente, con una voz gutural –, ahora poseo un gran poder que me permite transportarme muy rápidamente a donde quiera. Pero tú hasta aquí llegaste – Levanta su mano derecha mostrando el amuleto completo en la palma, que parece fusionado a esta.

Dos seres se lanzan encima del capitán. Son Miguelángel Cuervo y Germanio.
- ¡Corra mujer! Este hombre envenenó a Karina. Yo mismo lo vi. Después vi que se reunió con alguien, que le dijo que lo único que podía acabar con esto se encontraba aquí, en Atenas, y ahora lo entiendo.

El capitán levanta la mano derecha y de la tierra salen Miguel Cuervo y Cristiano quienes atrapan a Miguelángel y a Germanio respectivamente. Mientras los cuatro luchan Tatiana está aterrada. “Esto es para ti…”, dice el Capitán.

De la tierra surgen don Raimundo, Sara, Marcela, Deibyd, Nancy y hasta Yuriana B. Todos los zombis van hacia ella. Asustada cierra los ojos y sufre una especie de transportación. Ahora está en un campo verde y soleado. Ve a sus padres, como personas normales.

Ellos se le acercan y le dicen a ella que esos cuerpos están desalmados, son la parte negativa de cada ser, y que en ese momento, solo ella puede enfrentarlos. “Confío en ti, hija mía”, le dice Deibyd; “confío en ti, mi esperanza”, dice Nancy.
- ¿Esperanza? No soy esperanza, ¡soy Tatiana!

Abre los ojos y se encuentra en medio de los zombis. Los golpea con el báculo que lo mueve como un bate de béisbol, y estos se van deshaciendo. Ve al capitán Toribio, sufriendo una metamorfosis, pues comienza a hacerse más voluminoso y sobre todo su brazo derecho donde se encuentra el verdadero Ojo de Pandora, el cual está ya casi abierto, como el de todas las victimas en ese momento, y las vendas del brazo izquierdo se rompen.

En vano trata de pegarle al amuleto, pero no puede. Germanio y Miguelángel van a ayudarla y le comienzan a lanzar cosas al monstruo, hasta un cubo de basura que lo golpea en la cara. En ese momento, Tatiana ve algo raro en el brazo izquierdo del capitán, un objeto incrustado con forma de diamante, de un color café, lo cual era lo que ocultaban las vendas.

Mientras el monstruo se recupera, Tatiana trata de golpearlo con bastante fuerza en el brazo izquierdo, pero el báculo es algo pesado y se le sale de las manos. El báculo lanzado golpea ese objeto, quebrándolo, y una luz brillante no deja ver nada más que una sombra gritona que desaparece junto a él.

El amuleto cae al suelo, el cual se parte en cuatro partes con forma de pizza nuevamente. Después Tatiana va a ver al capitán, que ha vuelto a su tamaño normal, y con un aspecto bastante enfermizo y debilitado.

- Tatiana, gracias por haberme liberado – dice el capitán –. Al salir de la joyería un ser muy extraño se me presentó. Tenía una túnica negra y ojos verdes. Después de intercambiar palabras insultantes me incrustó esa cosa en el brazo y desde entonces no tenía conciencia de mí mismo, pero ahora me siento mejor. En verdad eres la esperanza.
- Que no soy esperanza, ¡soy Tatiana!

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