El romance de Sara Malagán - parte 5

Emilio Górgorus, al igual que su pueblo, siempre le había tenido mucho respeto a aquel bosque, al que llamaban Bosque de los Fundadores o Bosque Sagrado porque, según la leyenda, del volcán habían surgido los fundadores de Férida y se habían criado con la Madre Selva. Por lo tanto, se negó a la decisión del rey de Sabernal.

- Te propongo una apuesta – dijo Ricardo II, tratando de convencerlo – Si logro atravesar el bosque con éxito, evitando al máximo perjudicar los terrenos sacros, me darás el secreto de cómo gobernar con más éxito y si pierdo, te entregaré una de mis bellas ciudades.

Muchos allí sabían que Ricardo II era un ludópata empedernido y que le gustaba apostar, y no temían porque gozaba de una muy buena suerte.
- Espera, dime eso un poco más despacio, ¿lo pensaste bien?

El rey Ricardo II asintió.
- Entonces acepto, pero para hacerlo más formal, sin trampas ni que nadie se retracte a tiempo, ¡Timoteo, trae el papel oficial!

Enseguida el asistente, que nunca se separaba de él, trajo un cofre azul, con un escudo en la tapa que tenía una imagen de dos peces, uno a la derecha y otro a la izquierda. El de la derecha escupía oro y el de la izquierda escupía frutas y ambos miraban a un hada en el centro. Emilio notó que Ricardo II se extrañaba ante aquella figura y le dijo como si le hubiera preguntado:

- Es el emblema de mi reino. Simboliza la prosperidad. El pescado en nuestro pueblo es venerado. Nos da la riqueza – decía mientras señalaba el pez escupiendo oro – y el alimento – señaló al otro pez – El hada… jamás la he visto. La leyenda dice que fue quien cuidó a los fundadores, pero tuvieron una pelea con ella y huyó enojada al interior del bosque. Desde ahí se dice que quien la ve enloquece hasta morir.

Emilio Górgorus terminó la explicación y sacó del cofre un papel que eligió entre bastantes que tenía. El asistente escribió todo lo que prometió Ricardo II y luego de hacer un jeroglífico sobre la línea le dijo: “firma aquí”. Así lo hizo temblando un poco.

Todo el proyecto comenzó rápido, la mitad de los cartógrafos de Férida se quedaron en Tívecre y la mitad de los cartógrafos de Sabernal se fueron a Mompelí, la ciudad que queda detrás del bosque de los fundadores. También se fue el rey Emilio Górgorus con su asistente.

Se fueron en el Santo Tomás y esos cartógrafos de Sabernal fueron los que observaron por primera vez el Mar Del Oeste. El viaje duraría más o menos quince días.

En su palacio el rey Ricardo II tuvo un sueño muy extraño, y se fue a contarle de inmediato a la adivina Oliva Monsalvique, bisnieta de Federica, pero al llegar allí ya se le había olvidado la mitad del sueño. Las Monsalvique, al igual que las hijas de Helena Monfort, recopilaban todos los sueños importantes de la gente formando una extraña novela que profetizaría el futuro del pueblo.

- Soñé que el sol y la luna se encontraban separadas por una piedra gigante. Los astros enviaban su luz hacia la roca y esta cedía. Luego recuerdo que compartían su luz, pero de pronto la luz de la luna se volvió más grande y cubría al sol. Hasta ahí recuerdo.
- No importa. Lo que viste sucederá – dijo ella, tras unos segundos – Tú eres el sol y al parecer Górgorus es la luna. En poco tiempo compartirán mucho sobre su cultura, pero dentro de mucho tiempo, cuando ya no están nuestros nietos, el heredero de Emilio combatirá contra un heredero tuyo y en ese tiempo el heredero de Emilio triunfará.

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