El romance de Sara Malagán - parte 3

Mario Burto comenzó a hacer nuevas amistades, personas que él no había visto jamás, porque su familia le tenía prohibido. Allí, entre la multitud, vio a una hermosa mujer compartiendo con otras chicas, sin saber que era Sara Malagán, y se enamoró instantáneamente de su belleza y fragilidad.

La detalló: alta, no muy delgada, pero con buen cuerpo, un hermoso pecho que resaltaba con su escote, un cuello perturbador, un cabello dorado y largo, con ojos oscuros y muy bonitos. Ella se sintió observada y vio a Mario: acuerpado, alto, con el cabello corto y oscuro, ojos café claros, con unos brazos y unas manos bien cuidadas que prometían protección, y una sonrisa atrayente.

Todo inició con un simple saludo. Era la primera vez que lo hacían, y sería la última, puesto que uno de los guardias lo reconoció enseguida. Fue a darle aviso a don Francisco Malagán, pero había acabado de subir a su habitación y exigió que nadie lo molestara, entonces le dio el aviso a doña Victoria.
- Señora, uno de los Burto está en la casa.

Doña Victoria pensó en Andrés Burto y llamo a Lúcita para que fuera a buscar a su hija con el pretexto de que en pocos minutos llegaría el príncipe Milwer para que él le propusiera matrimonio y fueran felices para siempre, y que al ver a Andrés le hiciera un escándalo digno de su clase social. Le gustaba planear cosas complicadas, pero casi nunca las llevaba a cabo.

El príncipe tenía 20 años ya y aún no se había comprometido. Era tímido y reservado, aunque la reina había elegido ya a Sara entre las hijas de sus amigos, ellos dos estaban enamorados y siempre se presentaba algún hecho que evitara al príncipe pedir la mano de Sara Malagán.

Arturo estaba charlando con Sergio sobre el nuevo deporte que estaba de moda entre la gente de Férida: el béisbol, cuando vieron a Lúcita bajar las escaleras tan rápido que olvidó el mortal peldaño torcido casi al final de éstas y por poco se cae.

- ¿Qué pasa? – preguntó Arturo.
- Estoy buscando a tu hermana, parece que uno de los muchachos Burto está aquí.
- Te ayudaré a buscarlo. Mi honor antes de que uno de esos pise mi casa.

Sergio escuchó esto y comenzó a buscarlo también, esperando encontrarlo primero. Mientras tanto Mario seguía seduciendo a la mujer enigmática hasta que le pregunto su nombre y donde vivía, pero antes de que ella respondiera llegó Lúcita Pérez.
- Ven, tu madre te necesita – dijo el ama de llaves.
- Vayámonos, están por descubrirte y te atraparan – le dijo Sergio Marín a Mario Burto.

En el camino a la salida Mario le comentaba a su amigo que había encontrado a la mujer de sus sueños.
- Estás loco, Mario. Esa mujer es la hija de don Fernando
- Todo lo bueno no es para mí – decía en voz baja

En el instante que salían los vio Arturo Malagán, pero al irlos a apresar un mayordomo lo detuvo.
- Ahora la bienvenida a Su Majestad, la reina Ivonnet Sasure, el rey Juan Alejandro Parra y el príncipe Milwer.
- ¡Demonios! – dijo él

Mientras tanto Lúcita había llevado a Sara a su habitación.
- Conocí a un hombre muy interesante, es tan elegante y refinado.
- Pero niña, ese hombre es de los Burto, el hijo menor del enemigo de tu padre.
- No me malinterpretes. Sabes lo que siento por el príncipe… me hace sentir hermosa, que tengo un lugar, un montón de proyectos para el futuro… pero apenas conversé con él, con el Burto, sentí algo distinto. Es confuso.
- Como dice tu madre. No importa lo que sientas. Prácticamente ya estás casada con el futuro rey de Nueva Sabernal.

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