El secreto del señor Montana - parte 9 (final)

Casi veinticuatro horas habían pasado desde que Natalia había entrado al Hospital de  la Vera Cruz y casi seis desde que empezó a pensar que su padre había cambiado tras ganarse la lotería. Todo había sucedido tan rápido. Y Natalia apenas lo recordaba, pero al menos lo recordaba mejor que sus hermanas envueltas por los lujos y la comodidad; lo recordaba mejor que sus padres, que siempre renegaban de su pasado pobre; lo recordaba mejor que su tía Rosa, que sólo hablaba mal de su cuñado, que nunca podría aceptar.

El doctor Monroe se acercó y todos los parientes se reunieron a su alrededor. Incluso el señor Sebastián había despertado. El médico les dijo que podían ingresar a la habitación 2309 para visitarla, ya estaba despertando de la anestesia.

Acudieron inmediatamente. El señor Sebastián iba en primer lugar, entró a la habitación y la besó en los labios. Le sostuvo la mano y la besó también. Luego sus hijas, Natalia, Alejandra y Karen. Por último Rosa le dio un tierno abrazo y trató de acariciarle el cabello, pero estaba por completo rasurada y llena de vendas.

-  Mi querida familia. Lamento mucho todo esto.
-  ¿De qué hablas, madre? – preguntó Alejandra, atónita.
-  Por tenerlos preocupados, no sé qué pasó.
-  Amor, ya todo está bien. No tienes que preocuparte. La operación salió muy bien…

Mientras el señor Sebastián hablaba con su esposa, Natalia escuchó el repicar del teléfono de Karen y la buscó con la mirada. Karen revisó su teléfono y luego se encontró con la mirada de su hermana. Cuando Natalia se le acercó, le entregó el dispositivo. Natalia salió un momento de la habitación y leyó:

“Mauricio Tribuca… fecha de nacimiento… fecha de defunción… anotación: a partir de su uso de su alias de Mauricio Balmoral, ha cambiado de vivienda, forma de vestir y lugares de frecuencia. Se ha investigado, sin embargo cumple con el pago de impuestos de manera correcta, se atribuye a una herencia no declarada. Actualización: se le han encontrado recibos de consignaciones mensuales por parte de Sebastián Montana, los cuales han ido en aumento gradual… el último recibo se encuentra con un valor al triple del primero que recibió… causas de la muerte: se encontró a Mauricio Tribuca en el precipicio del cañón Victoria, conduciendo su automóvil. Se presume que fue accidente por estado de ebriedad. Sin embargo los forenses no encontraron alcohol o sustancia que demostrara anormalidad en su cuerpo. Actualización: los peritos encontraron que el auto, en muy malas condiciones, no tenía los frenos en buen estado, previo al accidente, lo que pudo causar el accidente. Actualización: por orden del fiscal MacFarlan la investigación se suspende y se cierra el archivo…”

Natalia recordó de inmediato las frecuentes visitas de Daniel MacFarlan. Sabía que estaba metido en los juzgados, y que era amigo de su padre, o de su chequera, pues siempre que lo veía le estaba girando algún préstamo. Natalia estaba horrorizada de sus propios pensamientos… Mauricio le había dado el billete de lotería a Sebastián, por eso él lo mantenía… pero seguramente Mauricio le cobraba cada vez más, y el señor Sebastián tuvo que tomar una decisión…

-  Hija – dijo el señor Sebastián, tocándole su hombro.
-  ¡Papá!
-  Perdona, no quería asustarte. Tu madre quiere verte. ¿Estás bien?
-  Sí… entraré ahora…
-  ¿Quieres decirme algo? Nunca te vi tan nerviosa.
-  No, nada.
-  Sabes que puedes confiar en mí…
-  Por supuesto.

Natalia entró a la habitación, su madre estaba sola ahora. Los demás habían salido.
-  Hija, te quiero…
-  Mamá, yo también, perdóname por no demostrarlo mucho.
-  No te preocupes, en eso saliste a tu padre. Tienes tanto de él… pronto manejarás la empresa familiar. Ha crecido tanto en estos veinte años… y tú también. Eres la más madura de las tres. Por eso quería hablarte a solas.
-  ¿Qué pasa mamá?
-  No me siento bien. Le he pedido estrictamente a los médicos que no se lo digan. El doctor Monroe me ha dicho que la operación, aunque salió bien, no fue exitosa. Quiero que te encargues de todo. Cuida de tu padre, de tus hermanas. Visita a tu tía Rosa. Ella te cuidará a ti… prométemelo por favor…
-  ¡Mamá, no hables así! – dijo su hija, con lágrimas en sus ojos.

Doña Elena le apretaba la mano, mientras las maquinas a las que estaba conectada empezaban a hacer ruidos extraños.
-  Esta familia tiene secretos, dolorosos secretos, que no debemos revelar por el bien de nosotros mismos. Hija… promételo…
-  Lo prometo, mamá – dijo llorando.

Doña Elena soltó su mano y le dijo que siguiera sus instintos, que llamara al abogado de la familia, que ella tenía un testamento. Empezó a divagar, a navegar por recuerdos muy lejanos.
-  Sebastián trabaja bastante… a prometido cuidarme, Rosi… él haría cualquier cosa por mí, por mis hijas…
-  ¡Mamá!

El doctor Monroe entró a la habitación, seguido por el señor Sebastián, Rosa, Alejandra y Karen. Natalia se apartó y Alejandra la abrazó. Ambas empezaron a llorar desconsoladamente, mientras el médico la examinaba.

Las maquinas sonaban más que antes, sonidos agudos, respiradores, sollozos, todo se mezclaba, hasta que finalmente doña Elena murió y todos se unieron en un abrazo… por última vez.
Después del funeral de doña Elena Del Rey, se leyó su testamento, donde dejaba todos sus poderes a Natalia. Ahora la mitad de las acciones de la empresa familiar le pertenecían, y empezó a encargarse de las actividades de la enorme casa que ahora dirigía. Socialmente se le veía como una ejecutiva vigorosa e inquebrantable que no dudaba en decidir para su bien. La prensa rosa la vio saliendo con Daniel MacFarlan un par de veces y los rumores de un matrimonio eran exagerados.

La última vez que habló con su padre fue cuando entró a la oficina presidencial con un decorador, mientras le mencionaba un nuevo color para las paredes y las obras de arte que iba a cambiar.
-  Natalia, ¿qué significa esto?
-  Bueno, he querido hacer un cambio de look a mi nueva oficina.
-  No entiendo.
-  Hace un par de minutos se hicieron efectivas las compras de un 25% de acciones de esta empresa.
-  Sí, por parte de un intermediario anónimo, pero…
-  Fui yo. Ahora poseo el 75%. Voy a ser tu jefe.
-  ¡Indignante! ¡Soy tu padre! ¿Qué diría Elena si te escuchara?
-  Que tengo que mantener tus secretos a mi lado – Sebastián calló y Natalia le pidió al decorador que saliera y cerrara la puerta – ¿Te dice algo “Tribuca”? Sé muy bien cómo murió.
-  ¿Qué tiene que ver conmigo?
-  El dinero te encegueció, cuando Mauricio te pedía más, tuviste que callarlo. Quién más podría saberlo… quizás mamá…
-  ¡Mucho cuidado con tus palabras!
-  ¡Basta! ¿crees que no me di cuenta que aprovechabas cualquier evento para ralentizar la enfermedad de mamá, de postergar su cita con el doctor Monroe, cundiendo su miedo a los hospitales? Tal vez la amabas, pero amas más el dinero. Ella aprovechó el secreto para cuidarnos, yo lo usaré para lo mismo. ¡Sal ahora mismo!
-  No sabes en lo que te metes.
-  Te advierto que no hagas nada en mi contra. Si algo me llega a pasar, si me tocas un cabello siquiera, Daniel no dudará en reabrir tu caso. Y ambos sabemos que eso no te conviene.

El señor Sebastián se levantó de su silla. Rojo como un tomate del enojo que sentía, de la frustración y la impotencia. Agarró su abrigo y se marchó. Natalia soltó el aire que tenía atrapado en el estomago.

Unas horas más tarde regresó a casa, donde sus hermanas la esperaban para decirle que encontraron una carta de su padre, en la que decía que les deseaba lo mejor y se marchaba. Las hermanas no se sintieron mal de esta partida, sólo Karen, quien era la que más lo quería sintió algo de lástima. Pero cada una ya tenía su futuro planteado y gracias a la ayuda mutua nunca se volvieron a sentir solas ni preocupadas.


FIN

Comentarios