La Casa de más de Cuatro Pisos - Parte 29

En el futuro, el capitán Toribio averigua por medio de la computadora que hay en su habitación, el odio del hombre que lo atacó cuando llegó. Se trata de Leed, el décimo descendiente de la familia de Stuart, y desde el sexto juraron venganza contra la familia de los Toribio, pues se presumía que ellos habían robado la fortuna que hasta el cuarto descendiente de Stuart había amasado, la cual constaba de cinco ciudades de Marte, de las siete que existían ya en ese momento, tres de Venus, dos de la Tierra y varias acciones para la investigación de la misteriosa y evasiva superficie de Júpiter.

Existen muchas, muchas posesiones que se creen que están guardadas en un túnel secreto. La historia decía que la familia de los Leed, temerosos de que sus bienes fueran tomados debido a una prometedora guerra, fueron entregados a la familia policial de los Toribio para que los ocultara. La guerra nunca se realizó, pero los Toribio no devolvieron los bienes porque no fueron oficialmente entregados. Eso originó la pelea entre los descendientes de las dos familias, pues ninguna sabía dónde estaba el tesoro y se llegó a creer que era una leyenda.

El capitán Toribio se enmascaró, interceptó al verdadero Brus que estaba encerrado todavía en la Casa del Terror y confirmó que era un cobarde. Después de rápidas explicaciones, se pusieron al corriente. Brus le confesó el amor que le tenía a la novia de Leed, entonces el capitán le hizo un trato. Al día siguiente, el capitán Toribio, haciéndose pasar por Brus, se encontró con la pandilla de Leed. Él estaba con su novia y se podía percibir que no le agradaba estar con él, y en cuanto podía le coqueteaba al capitán.
- Miren quien se atrevió a venir: el cabeza hueca.
- ¡Cállese! – le respondió el capitán Toribio – Usted no sabe con quién se enfrenta.

Enseguida empezó a narrarle el código de policía de la ciudad de Verón, hasta que Leed se hartó y le fue a dar una trompada, pero el capitán, como sí sabe defenderse, le propinó una buena tunda. Leed quedó tendido en el suelo y la pandilla salió corriendo, excepto la novia de Leed, que se le lanza encima.
- Sabía que lo harías, como me lo juraste. He sido liberada y como te lo prometí, acepto ser tu novia. Al fin, en el futuro me conocerán como Natalisa de Toribio.

Luego se van a una cafetería. Entre las conversaciones, él le pregunta sobre la leyenda de las arcas de Stuart.
- Eso nadie lo sabe – luego miró a todos los lados para verificar que nadie la observara y bajó la voz – sé de alguien que sabe dónde está ese túnel.
- ¡Qué bien!
- Pero no sé dónde está esa persona…
- Qué mal.
- Ah, sí… sé de alguien que sabe dónde está esa persona.
- Qué bien.
- Pero no la he visto desde hace rato.
- Qué mal.
- Vamos, anímate. Creo que sé donde está.

Se dirigieron hasta la cárcel de la jurisdicción de Tívecre y el capitán pensaba que la persona que buscaban trabajaba allí, pero no, estaba condenada a muerte y la iban a ejecutar inmediatamente en la horca.
- Vienen justo a tiempo – dice el alguacil – Justo ahora están en los preparativos.
- Sí, sí, sí. Como siempre – dice Natalisa – vamos a los mejores puestos. Hace rato no veo esta función.

Se sentaron en una tribuna, parecida a un estadio de fútbol, en la que la figura central era una mujer alta, esbelta y con un traje negro ceñido junto a un poste con una cuerda. Tenía los pies y las manos atadas y se veía tranquila. De hecho, parecía bostezar del aburrimiento.

Estaba rodeada de varios soldados armados. El capitán estaba realmente confundido. “¡Hola amiga! – grita Natalisa – ¡Sorpresa!” La mujer la ve y parece alegrarse, y responde gritando que en un segundo iba para allá. Al terminar esas palabras saca una navaja de la manga y se corta la cuerda de las manos rápidamente, luego toma una granada de uno de los soldados mientras se corta la cuerda del cuello y los pies.

- ¡Cuidado! ¡Tiene una granada de poder 50 T! – dice uno de los guardias.
- Así es – dice la mujer, ya libre – y si no se apartan… ¡ah!, bueno, ya saben qué es lo que digo siempre.
- Sí, en verdad ya estamos aburridos de ese discurso – dice el conserje, que también estaba presente – No es mi tema, pero considero que ya es hora de cambiarlo.
- Te voy a extrañar, pero volveré en unos días, Tony.
- Sabes que siempre habrá una celda limpia para ti.

Natalisa le dice al capitán que hay que ir a ayudarla. Bajan hasta la primera planta y llegan a la puerta que da a la horca. “Es una puerta de acceso con clave policial, y yo tengo una”, dice el capitán. Entran a la plaza y ven que hay más militares y policías entrando para capturar en vano a la extraña mujer.

El capitán la observa con cuidado y cuando se da cuenta Natalisa está dentro de un camión blindado. “Rápido, sube”, le dice ella. Es un camión para persecuciones con un altavoz. El capitán le pregunta a Natalisa el nombre de su amiga para llamarla.
- ¿Su nombre? No lo sé. Yo le digo Ericoka.
- Qué nombre más extraño.

El capitán Toribio llama a Ericoka por el altavoz y le dice que salte al camión. Ella no sólo salta adentro sino que toma el volante en segundos.
- Te enseñaré a conducir, corazón.

Mientras escapaban de la cárcel, Natalisa le adelanta todo el chisme. “Entonces Brus ‘el Tontito’ cumplió su juramento y ya son novios, ¿no?”. El capitán le comenta sobre las arcas de Stuart y ella le dice que efectivamente conoce a una persona que sabe la localización de ese túnel, el loco Waterloo, que está en el hospital mental Estrella Caída.

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