La Casa de más de Cuatro Pisos - Parte 28

Relojes rotos

- Mi hermana mayor no está – dice Miguelángel del pasado – ¿Dónde habías estado?
- Estuve por ahí – dice Miguelángel del futuro, pensando que aquel era Miguel – no me recuerdas por la fiebre de la amnesia que está dando por estos lados.
- Tienes razón – dice Miguelángel del pasado – bueno, ¿Qué hay que hacer?

Miguelángel del futuro se siente raro, ya que recuerda que era su hermano Miguel quien decía que era lo que había que hacer, así que trata de ayudarlo.
- Bueno – dice Miguelángel del futuro – aquí hay barro, y esa pared está muy blanca.
- ¿Qué propones?
- Hay que re decorar – dice maliciosamente.

Los dos se ponen a manchar una pared de barro, mientras Miguelángel del pasado pensaba: “Quisiera ser así de malo, como mi hermano Miguel”. Él pensó que se llamaba así, pues cuando le preguntó el nombre solo escuchó la primera parte: Miguel.

En ese instante entró una humilde señorita que no pasaba los dieciocho años. Se trataba de Paolina del pasado.
- Me imagino que ya estará listo para ir a la cena de la ama – dice en voz alta para que su hermano lo escuchara. Miguelángel del pasado le dice que sí, pero que su hermano no porque estaba lleno de barro – ¿Hermano? ¿Cuál hermano?
- Pues ese, hermana – le dice señalando a Miguelángel del futuro – No me digas que te dio amnesia también.

Paolina se queda mirándolo estupefacta. “Pero cuando lo trajeron de la casa de adopción dijeron que no tenía ni un sólo familiar – piensa – Tendré que confirmarlo”. Fue hasta el teléfono, marcó un número muy largo y le contestaron al otro lado muy seriamente: “Casa de adopciones Niño Malo, buenas tardes, habla Guillermina Breva, ¿en qué le puedo ayudar?”.

Ella le pregunta si Miguelángel Cuervo tendría algún pariente. La señora le pide que espere, busca y saca una hoja de una carpeta del archivador C, los cuales se encuentran bastante desordenados. Luego le pregunta a otra mujer por la casilla en la que se encuentra el dato solicitado, los familiares del individuo, y le responden que al final de la hoja. Doña Guillermina no lee nada hasta llegar al teléfono, pero antes se le cae la hoja bajo el escritorio. Mete la mano y saca otra hoja de las tantas que había allí.
- A ver. Sí. Ese niño que me dice tiene un hermano gemelo que fue adoptado por otra familia. No se preocupe, no creo que vayan por su hijo adoptivo.
- No es mi hijo… es mi hermano… en fin, gracias.

Doña Guillermina cuelga el teléfono y se sienta en la recepción con su cara amargada. “¡El que sigue!”, grita.
- Soy yo – dice un hombre gallardo – me dijeron que podía dejar mis dos hijas en la guardería de este orfanato. Ahora tengo que… irme. Pero su tío vendrá en algunas horas a recogerlas. Aquí tiene una fotografía de él y este cofre lleno de cosas para ellas.
- Sí, claro. Dígame, edad de las chiquillas. Para efectos administrativos.
- Tienen cara de… dos y… cuatro años. Están creciendo rápido.
- Ajá. ¿Tienen nombre?
- Naturalmente. Se llaman Tatiana y Jennifer Mendoza.

Entretanto, Paolina ha aceptado la existencia de un hermano gemelo, ya que no hay tiempo que perder parar asistir a la cena de la ama. Ella le pregunta a Miguelángel del pasado el nombre de su hermano de manera discreta y él le dice que es Miguel.
- Bien, Miguel y Miguelángel Cuervo, nos vamos.

Miguelángel del futuro escucha el llamado creyendo que lo están llamando como Miguelángel, se limpia y se pone un traje limpio que le da Paolina. “Ya saben que Diana, la ama, sufre de mal genio y se enfurece si llegan a nombrarla por su apodo”. Miguelángel del futuro la recordó. “Ah, sí – pensó – la vieja Becerra. Siempre quise saber por qué le decían así. Bueno, pues hoy lo averiguaré”.

Por otra parte, Iván ‘Morcilla’, Viana, Stuart y Jennifer han salido por otro arco de madera. Están en la Tierra y reconocen a Verón en un día cálido y activo. Se preguntan en qué tiempo estarán mientras buscan la manera de volver a Marte, y Stuart le pregunta a su esposa si es que acaso se hizo la cirugía.
- Claro que no – dice ella – tú te ves joven también y tú Iván, te ves como… cuando te vi por primera vez.
- Hola, hola – dice alguien – Soy Daniel, vendedor de salas y comedores, pero me pueden decir Valdo. Recientemente abrí un hotel. Cerca de él se celebrarán los diez años de la apertura del primer tren en el país, con un tren de cien vagones, el cual llevará de todo. ¿Les interesa?

Los cuatro aceptan quedarse en el hotel y asistir a la celebración. Él les asigna las habitaciones 12 C y 13 C. Iván nota muchas cosas conocidas y se da cuenta que viajaron al pasado, unos años antes de cuando llegaron Tatiana y Jennifer a la casa de más de cuatro pisos.

Decide ir a darle una vuelta al barrio y Viana lo acompaña. Pasan por el local de Yuriana B y poco después ella sale algo alterada. “Por Dios – dice ella – esas energías no son de por aquí. Las buscaré hasta que las encuentre”. Iván y Viana llegan por la parte trasera de la casa de más de cuatro pisos, la puerta trasera que daba a la panadería.

Viana se agacha a amarrar su zapato y Marisa del pasado sale y ve a Iván. Ella le dice que ha llegado temprano, pues su padre aun está ahí. Iván no sabe qué hacer y Viana se levanta y lo abraza.
- ¿Viana? Pero, ¿qué haces?… Iván, ¿qué está pasando?
- ¿Qué pasa, Marisa? – dice Viana – Actúas muy extraño desde que soy la novia de Iván.
- ¿Novios? Pero… ¡Lárguense! No los quiero ver más.

Iván comprende ahora por qué Marisa no le volvió a hablar a él durante un buen tiempo.

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