La Casa de más de Cuatro Pisos - Parte 21

Miguelángel Cuervo y Omairo están frente a unas puertas de vidrio oscurecido al final de un pasillo con olor a vainilla y música tranquila. El primero le pide por las buenas al otro que se entregue a la policía o que le diga el escondite de Milwer, pero él se niega. Entonces, Cuervo abre las puertas bruscamente e ingresan a la oficina de Stuart.

Él, en el salón de negocios, acaba de cerrar veinte convenios, treinta y dos tratos y muchos más asuntos, con lo que se vuelve dueño de la mitad de la estación Tirribeglo. Al salir los empresarios entra su secretaria y le dice que dos hombres necesitan verlo: Miguelángel y Omairo. Cuando entran, inmediatamente se enfada al ver a Omairo.

- Lo siento, señor White – dice Omairo –. Le juro que Milwer me engañó.
- Desearía matarle por traición – dice Stuart – pero ajustaré cuentas con ese tal Milwer. ¡Leticia! Comuníqueme con el capitán Toribio – Stuart dejó de presionar el intercomunicador –. Y usted, Omairo, si no acepta llevarme al escondite de Milwer en exactamente dos minutos haré que lo condenen de por vida en la cárcel más fría, dura, la peor del mundo. El dinero no sólo sirve para comprar bienes, también se pueden hacer males, grandes males, sin que nadie lo note.
- Bien, bien, ya basta. Los llevaré, pero dejen de decirme esas cosas.
- Señor – dice su secretaria por el intercomunicador – no hay enlace con el capitán, pero hay un mensaje de una mujer llamada Leini, dice que ya llegó al hotel con su esposo.

Stuart les dice a los dos que vayan al carro verde que está detrás de la limosina y le pasa las llaves a Miguelángel. En cuanto salen, se acerca a la ventana, desde la que se ve la pequeña ciudad en constante construcción.
- Primito, ¿dónde estarás? – dice melancólicamente.

Luego entran Jennifer y Josué y Stuart los recibe efusivamente. “Mi querida familia, nos vamos de excursión”.

El capitán Toribio escucha la conversación entre Eliana y Diana donde la última permite salir de sus escondites a los demás, siempre que entreguen sus armas. El capitán luego le pregunta a Diana que cómo se conocen y Eliana es la que responde, diciendo que Diana es la mano derecha de Milwer en los negocios.
- Bueno – dice Eliana – pero ¿Dónde está mi Milwer? No lo he visto desde hace rato, se suponía que haríamos las invitaciones a nuestra boda.

El capitán Toribio se admira al escuchar aquello. “Señorita Eliana – dice Diana – usted no sabe, él ya se casó con otra mujer”. Eliana no reacciona por un momento, pero luego sonríe y dice: “es una broma ¿no es así? Él siempre hace bromas”, y se desploma en el suelo.

Mientras los policías la ayudan a levantarla y a llevarla a donde está Tatiana, el capitán le dice a Diana que traiga a Milwer, pero ella se niega. Rápidamente los policías hacen un extraño movimiento, recuperan sus armas y atacan a los hombres de Diana.

El capitán comienza a seguirla, pues trata de escapar. Ella ingresa a otra cueva que da a otro laberinto. Él se pierde en éste, aunque las paredes son estrechas, tienen grabados y unas extrañas antorchas. Tras caminar un rato, encuentra una puerta y entra a la habitación, similar a las cuevas. Al fondo hay otra puerta similar, que está cerrada.

Trata de abrirla y la puerta de atrás, por la que ingresó, también se cierra quedando atrapado. Las antorchas empiezan a menguar y el capitán saca su linterna. Como por cinco minutos, todo es silencio, su radio sigue sin funcionar, pero luego en la parte superior se abre una tapa como de alcantarilla y bajan una escalera. Por allí entran Omairo, Miguelángel, Stuart y su familia, junto con Leini y David Palermo.
- Por orden de la ley – exigió el capitán a Omairo – ¡Abra esa puerta o juro que la abro a disparos!
- Policías –refunfuño él – todo a las malas.

Omairo recoge la escalera y la dobla tanto que la guarda en un pequeño maletín con muchos bolsillos que tiene bajo el suéter. Saca un guante plateado y toca algunas inscripciones. La puerta se abre normalmente y vuelven a salir a la cámara en la que se encuentra la Gibelina.

La Madre Épsilon le pregunta a la Reina Negra sobre las diferentes inscripciones en las paredes y ella le dice que son puertas que comunican a muchos lugares infinitos y que también existen puertas que le permiten viajar por el tiempo, pero solo pueden ser abiertas por las hermanas Lambda, las cuales son tres: pasado, presente y futuro. De acuerdo a la reina, ellas hicieron mal una vez y fueron expulsadas a la Tierra. Su legado es ahora terrícola y viven sin saber sobre sus antepasados.

Tatiana y su grupo se reúnen con el de Stuart. El capitán protege a Tatiana de la captura, mientras les dice a los demás que revisen el lugar y sube a la nave para revisarla. Allí solo hay un sobre el cual guarda como evidencia en una bolsa. Al salir les dice a los policías que deben atrapar a Milwer inmediatamente, pero Tatiana interrumpe diciendo que deben buscar a la Reina Negra y alertarla del peligro que corre. “¿Quién es la Reina Negra? ¿Por dónde llegaremos?”, comienzan a preguntarse.
- ¿La Reina Negra? – dice Eliana – Yo sé por dónde ir.

Ella los conduce hasta el pozo por donde entró y les muestra la puerta por la cual ingresaron Paolina y la Reina. Por orden de Stuart, Omairo abre la puerta de la misma manera que abrió la anterior. Guarda el guante y saca una soga y un mapa. Amarra a todos por la cintura y comienza a guiarlos caminando como un enorme gusano. En poco tiempo llegan a la habitación donde están las dos mujeres.
- Han llegado – dice la Reina – habrá que darles la bienvenida.

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