La Casa de más de Cuatro Pisos - Parte 1

Capítulo 1: El platillo volador

Leini estaba extendiendo la ropa cuando vio pasar el platillo volador. Como le encantaba ver películas de ciencia ficción no sintió temor. Dejó la cesta con la ropa en medio de la terraza, bajó a su casa de más de cuatro pisos y le contó todo a su media hermana, Marisa. Ella, por supuesto, no le creyó. Sin embargo, mientras Marisa preparaba la cena sintió que la observaban.

A Marisa le correspondía bajar la ropa seca al día siguiente. Al hacerlo notó algo raro en su delantal favorito. En vez de estar las flores rosadas de siempre, el vestido estaba en blanco y negro, como si fuera el negativo de su propia foto. Luego se dio cuenta que no era solo el delantal sino toda la ropa que había extendido Leini. 

Marisa bajó alterada y le pidió a su media hermana que subiera para ver la ropa. Leini pensó que al fin le creía, pero al subir al patio la ropa seguía de sus colores naturales de siempre. Entonces se invirtieron los papeles. Leini no le creyó a su media hermana y pensó que se estaba burlando por lo que ella le había dicho sobre el platillo volador. Después de tres días del suceso, cada una acordó personalmente no volver a subir al patio y luego hicieron las paces, aunque cada una desconfiaba de la otra.

Marisa y Leini vivían solas en la casa de más de cuatro pisos ubicada en la calle Remsi al norte de Verón desde hace poco más de tres años, después de la muerte de su padre, cuando Leini tenía diecisiete años y su media hermana diecinueve. Fue entonces cuando el juez le dio la autoridad a Marisa para gobernar la casa y a Leini hasta que cumpliera la mayoría de edad, establecida a la edad diecinueve años.

Ahora necesitaban bajar la ropa mohosa del patio y extender la recién lavada, para lo cual decidieron arrendar los tres cuartos del tercer piso, pues tenían un baño y una cocina individual. Aunque tenían en el primer piso un local adecuado y perfectamente acondicionado para la panadería, poco lo usaban porque una batidora le cortó el dedo a su padre común y desde entonces le cogieron miedo, pues don Raimundo, su padre común, murió desangrado al día siguiente. 

Marcela, la madre de Marisa, murió accidentada en un viaje de tren, cuando este colapsó con otro. Y Sara, la madre de Leini, desapareció cuando quiso visitar a sus padres, pero ellos nunca la recibieron y nunca hubo suficientes pruebas para encontrarla. Leini y Marisa se sostenían económicamente de un taller de figuritas que tenían en el cuarto piso.

Cuando colocaron el aviso de arriendo, sólo llegaron Tatiana y Jennifer Mendoza. Al igual que Leini y Marisa eran hermanas huérfanas. Jennifer tenía un aire de elegancia y madurez con veintidós años que había logrado al proteger a su hermana menor por dos años, durante todo el tiempo que vivieron en un orfanato. A Jennifer se le permitió salir cuando cumplió los 18 años, pero no quiso dejar sola a su hermana, así que trabajó voluntariamente por dos años, pero le gustó tanto que trabajo dos años más, hasta que las despidieron a ambas formalmente. 

Su lazo común les hizo una amistad muy grande y un día ya se habían olvidado de todo el asunto de los ovnis, Leini y Marisa tuvieron nuevamente confianza en sí mismas para subir al patio, hasta el día que bajó Tatiana por las escaleras que conectaban el patio con la casa de más de cuatro pisos gritándole a su hermana:
- ¡Otra vez el platillo volador!

Su hermana fue a ayudarla, abrazándola y le preguntó si era el mismo de la otra vez. Tatiana asintió y no dijo nada más. Leini y Marisa, que estaban en la misma sala se dieron cuenta que ellas sabían algo sobre los platillos y exigieron una explicación. "¿Porqué no nos dijeron nada?", preguntó Marisa. Ellas les respondieron que no querían contarles por miedo de que no les creyeran, se burlaran y por consiguiente que las echaran de su único techo. 

Leini cuenta lo que le había pasado y también su media hermana. Ya que se estaban sincerando y les tenían confianza, Jennifer dijo que todas las noches veía una sombra pasar por el corredor del tercer piso. Marisa, la más valiente de todas, anuncia que resolverán esos misterios esa misma noche, así que ella y Leini llevan bolsas de dormir al cuarto arrendado. Marisa no creía en fantasmas, por lo cual estuvo pendiente bajo el interruptor.

A eso de las diez de la noche, escucharon un fuerte sonido sobre la azotea y sintieron pasos en las escaleras, pero no sabían si estaban subiendo o bajando al tercer piso. De pronto un ser, quizá una persona, entró en la habitación, Marisa encendió la luz y se reveló que era Iván ‘Morcilla’, a quien le decían así por ser tan gordo y era el ex novio de Marisa. 

Precisamente, él venía a pedirle otra oportunidad, pero Marisa le dice que no lo quiere volver a ver. Tatiana le pregunta en qué había llegado para producir un ruido tan fuerte. Iván ‘Morcilla’ les responde que en nada, pues había entrado por la puerta falsa de la panadería, donde siempre se encontraban. 
-¡Nos encontrábamos! - gritó Marisa.
- Pero si entró por allí, ¿Qué sucedió en la azotea? – preguntó Jennifer alarmada.

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