Las Crónicas de la Línea del Cielo - parte 9

Ryan encontró a Cristian en el armario, el cual era enorme. Allí estaba sentado mirando al suelo.
-     Lo siento tanto, perdóname. No me quites tu amor, por favor, no me lo quites. Si hay algo que quiero en mi vida eres tú.
-     Ryan. Usted va a tener un hijo. Un niño que va a necesitar del amor de su padre.
-     Y se lo voy a dar, contigo a mi lado.
-     No sabe lo que dice. ¿Dime por qué tengo que renunciar a ti si también puedo amar a mi hijo y a ti también?
-     No entiende ¿verdad? No voy a dejar a un hijo sin su padre. Va a ser parte suya y va a pedir que todas las noches le cuente un cuento, y siempre va orar por usted, y por David.
-     Y va a tener todo eso. Y mucho más, porque no tendré un hijo con David, sino contigo. ¡Créeme de una buena vez!
-     ¡Oh! Ryan. ¡Sí te creo! Pero…
-     ¿Entonces qué es lo que pasa?
-     Yo… yo no soy lo que crees. Te diré la verdad… David es mi primo, y me contrató para vigilarte, pero al pasar el tiempo ya no pude hacerlo más. Pero mis sentimientos son verdaderos.

Ryan estuvo callado un segundo, se acercó a Cristian, quien esperaba una reacción violenta, pero él lo abrazó.
-     No te preocupes, era algo que podía esperarse de David. Y te creo. Lo resolveremos.
Ryan y Cristian se abrazaron, cuando escucharon sonar el disparo.

Unos minutos antes Káterin le llevó el emparedado de queso a Esteban, quien se encontraba en la sala. A él le sorprendió y bromeó diciendo que lo iba a envenenar.
-     No, solo tiene queso.
-     No me gusta mucho el queso.
-     Es delicioso, es lo que más me gusta comer.

De repente, ambos se detuvieron. Un hombre sonriendo con la mirada fría y calculadora se acercaba a ellos.
-     Mauro Fherro – dijo Káterin, levantándose – ¿Qué está haciendo aquí? ¿Qué está pasando?
-     Káterin, cálmate. Es un invitado, debes ser paciente.
-     ¿No hay emparedado para mí? No importa, no será mucho tiempo.
-     ¡Maldito! Asesinaste a mi hermano… - Káterin puso la mano en la cintura, buscando su arma, pero no estaba.
-     ¿Buscas esto? Entonces eres la hermana de Andrés. Él y este anciano me han causado muchos problemas. En este momento debería ser muy rico. Por eso tuve que matarlo.
-     Aunque me mates no podrás tener esa hacienda.
-     Solo me falta una firma. Tú morirás solo por retrasarme.

Káterin le lanzó el plato, lo que hizo que el disparo fallara y lanzara el arma, pero Mauro rápidamente se lanzó por ella. Al mismo tiempo ella empujó la silla de ruedas hacia el baño de invitados, pero Mauro volvió a disparar.

Ambos lograron encerrarse en el baño, pero un hilo de sangre empezó a crecer en el piso. Káterin había sido herida en una pierna. Esteban trató de controlarlo con el papel higiénico y lo que tenía a la mano.
-     Hay que salir por la ventana – dijo Esteban – Leukardo tiene armas, y un médico… o enfermero.
-     ¿Y cómo vamos a salir? Ambos somos unos malditos lisiados.
-     Eso… eso no es del todo cierto – Esteban tomó aire, como confesándose, y se levantó de la silla – No le digas a nadie. Solo quería mantener la atención de mis nietos, y la de él…

Leukardo vio desde su poltrona el momento en el que Mauro empujó por las escaleras a Nando y le avisó a Camilo quien de inmediato corrió al interior de la casa a auxiliarlo. Leukardo trató de llamar a la Policía, pero no tenía señal. Camilo entró por la puerta trasera y vio adentro todas las puertas cerradas. En la sala estaba Mauro tratando de abrir la puerta del baño.
-     Salga de ahí, Esteban. No me haga perder más el tiempo.
-     ¿Pero qué demonios hace, Fherro? El trato era que dejaría en paz a mi querido Tebi.
-     Estas son las nuevas reglas, Luis Carlos. Usted se calla y yo me quedo con todo.

Camilo continuó su camino hasta llegar a donde estaba Nando, quien seguía con vida. Luego de técnicas de reanimación, despertó, quejándose. Camilo le puso una mano en la boca y lo cargó hacía la puerta. Nando se dejó llevar.

-     ¿Hay llaves de esta puerta? – preguntó Nando.
-     No sé – respondió Luis Carlos – Me aseguré de dejar todas las puertas con seguro, pero no tengo las llaves. Promete que mantendrás con vida a Esteban, no me importa nada más. ¡Maldición! ¡Te di la información que necesitabas! ¡Te dije que ese agente de bienes raíces estaba buscándote! No sabía que ibas a matarlo. Quédate con el dinero que quieras.
-     Solo me retrasas – dijo Mauro, y apretó el gatillo frente a él – una bala desperdiciada – mencionó fríamente.

Mauro salió de la casa hacia la derecha, por la parte de la ventana del baño. Camilo aprovechó para sacar de allí a Nando y salió por el lado izquierdo. Fherro le quitó el seguro al arma y se acercó a la ventana del baño.
-     No escaparán… ¿Ah?
Dentro del baño solo estaba la silla de ruedas y manchas de sangre.

Camilo entró a la casa de Leukardo y puso el seguro, justo antes de que le apuntaran por detrás.
-     Señor Esteban.
-     ¿Es Nando? ¿Qué le pasó? – preguntó Esteban, bajando la escopeta.
-     Fue lanzado por las escaleras, se ha desmayado, pero está bien. No lo verá de pie.
-     Ni lo sabrá. Voy a terminar con esto de una buena vez.
-     Esteban – dijo Káterin – tienes que vengar a mi hermano.

La puerta de la cocina cayó luego de que Paula y Saris se pusieran de acuerdo para tumbarla de una patada.
-     Tienes bastante fuerza para ser una agente de bienes raíces – dijo Paula.
-     Eso es lo que hace Káterin. Yo sí soy agente de policía, vengo encubierta persiguiendo a Mauro y no voy perder esta oportunidad. Tengo un arma en mi habitación, iré por ella y buscaré a Káterin.
-     Yo buscaré a Nando.

Saris subió y Paula llegó a la sala, donde encontró el cuerpo de Luis Carlos. Tenía un bulto en uno de los bolsillos que sobresalía. Paula lo sacó pensando que podría ser un arma o algo útil, pero era solo un llavero con todas las llaves de la casa. Luego cayó en cuenta por qué la puerta de la cocina estaba cerrada.
-     Abrió la puerta del costurero donde estaban abrazados David y Ángel.
-     ¿Qué está pasando? Tantos disparos – dijo David, por completo asustado.
-     Paula, por favor cuida a David, tengo que buscar a Nando.

Ángel salió de la habitación y Paula abrió el armario, donde estaban abrazados Cristian y Ryan.
-     Cristian, quédate aquí.
-     Ryan salió de allí y vio a Luis Carlos.
-     ¿Dónde está el abuelo?
-     No tengo mi arma – dijo Saris.
-     Nando tampoco está – dijo Ángel, con su pistola prevenida.

Finalmente Paula abrió la puerta del estudio, donde estaba Jijo tirado en el piso con una herida en la cabeza. Ella lo movió un par de veces y despertó.
-     ¿Qué sucedió?
-     Dime tú, te acabo de encontrar aquí tirado.
-     Sí… recuerdo que hablé con mi abuelo y mis hermanos, ellos salieron y crucé unas palabras más con él. Después el abuelo salió, y unos minutos entró Mauro, diciéndome mentiroso. Traía un portarretrato y me golpeó con fuerza. No recuerdo más.

Esteban abrió la puerta y frente a él estaba Mauro apuntándole, quien le disparó, pero falló.
-     Eres una muy mala persona, aunque eres apuesto, pero pagarás por lo primero – acto seguido levantó la escopeta y le disparó, lanzado a Mauro a un metro – finalmente.
Después se dio vuelta y abrió la puerta.
-     Camilo, necesito pronto una silla de ruedas…
Luego sonó otro disparo y Esteban cayó al suelo escupiendo sangre. Mauro había sobrevivido y aunque no se podía poner de pie, logró apretar el gatillo.

Sin embargo, al momento fue rodeado por Saris, Paula, Ryan y Ángel. Mauro levantó el arma y disparó, pero ya no había balas, disparó varias veces y no pasó nada. Entonces empezó a reír como un demente. Jijo fue quien le quitó el arma a Ángel, le apuntó, pero al pensarlo, lo golpeó con la culata, dejándolo inconsciente.

-     No será tan fácil.

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