Las Crónicas de la Línea del Cielo - parte 7

Nando se estaba peinando cuando uno de sus cabellos rubios cayó en su cuello. Lo tomó y recordó cuando lo tocó Camilo. Sonrió al recordarlo, pero luego volvió a estar preocupado. Había empezado desde el día que fue a la casa de Leukardo. Lo recordaba con toda claridad.

-       Siéntate Nando. Y tú, Camilo, déjanos a solas – dijo Esteban.
-       Me preocupas, abuela. Siempre me pedías que me sentara cuando ibas a regañarme por romper alguna cosa. Te juro que esta vez no hice nada.
-       Te lo diré sin rodeos. Leukardo necesita un trasplante de un familiar suyo para continuar viviendo, pero él ya no tiene familiares a los cuales acudir, bueno, excepto uno, que seguramente puede ayudarlo.
-       Pues hay que avisarle inmediatamente si es seguro que lo van a ayudar. Yo podría hacerlo.
-       Eso está bien, porque hay algo muy importante que debes saber, algo que te he guardado por mucho tiempo.
-       No entiendo nada, te suplico que me expliques tanto misterio.
-       Ese hombre que está ahí postrado, Leukardo, ese hombre… -Esteban tomó la respiración – ese hombre es tu padre.

Nando se sintió sin fuerza y vio a todos los que estaban a su alrededor para asegurarse que no era una broma.
-       No, no puede ser…
-       Fue hace mucho tiempo, Leukardo estaba mal económicamente, por lo que accedió a intercambiarte por un pedazo fértil de El Edén. No te sientas mal, fuiste criado con Ryan, nunca te faltó nada…
-       Nando – interrumpió Leukardo – entiendo que esto sea sorpresivo para ti, y que mi vida dependa de tu decisión. Solo te pido que lo pienses.

De pronto, un hombre cantando lo sacó de su recuerdo. Nando pensó que cantaba muy bien y siguió la voz, que venía del balcón. Ahí estaba Ángel.
-       Lo siento, lo molesté señor Nando.
-       No, para nada. En realidad quería pensar en otra cosa. No tenía idea que cantaras.
-       Quería hacerlo profesionalmente, por eso tomé este empleo, para pagar mis estudios, pero finalmente nunca pude pagar nada.
-       Tu canto es hermoso, y esa letra no la había escuchado antes.
-       Es propia.
-       No lo puedo creer, cantante, interprete. ¿Hace cuánto la escribiste?
-       La acabé de improvisar, lo hago cuando estoy feliz. ¿Le gustó?
-       Claro que sí, ¿en qué te inspiraste?
-       Pues, eh…

Nando notó que observó por el balcón y el siguió la mirada. Abajo estaba David leyendo unos documentos que recién le habían llegado por correo.
-       Esto es increíble – dijo Nando.
-       Entiendo, está fuera de mi alcance.
-       No es eso, me deja más fácil lo que estoy planeando.
-       ¡Señor Esteban! – dijo Ángel, dirigiéndose al hombre que acababa de ingresar.
-       Nando, ven conmigo. Tenemos que hablar pronto.

Él lo siguió sin decir nada, lo que a Ángel le impresionó, pues nunca lo había visto callado.

Por otra parte, Ryan se encontraba con Cristian revisando unos papeles de la oficina. Estaban muy cerca y eso les gustaba a ambos.
-       ¿Qué pasaría si no yo no fuera un hombre comprometido? ¿Si no me estuviera por casar? Si fuera libre.
-       Te amo, te amo Cristian.
-       Yo también te amo.
-       Me dijiste te amo.
-       Porque te amo…
-       Está decidido, terminaré con David y te pediré que te cases conmigo, te lo prometo.

De pronto entró David, quien ya no le importaba lo que veía. Fue estruendoso como siempre.
-       Mi amor, estoy tan feliz.
-       David, hay algo que te tengo que decir.
-       Antes de nada, déjame felicitarte.
-       ¿Felicitarme por qué?
-       Porque vas a ser papá – tomó unas hojas que tenía en la mano y se las entregó – Son los documentos de la adopción, están aprobados.

Ryan quedó pálido de inmediato, miró los papeleas y luego miró a Cristian, que estaba por completo descorazonado, con una mano en el pecho.
-       Bueno amor, di algo. Vas a ser papá, vamos a tener un hijo como querías.
-       Sabes la situación en la que estamos, y tú me dices que vamos a tener un hijo así como así. Necesito tiempo para asimilar la noticia.

David se acercó a Cristian.
-       Y usted, ¿no nos va a felicitar? Quédese tranquilo, no le pediré regalo para la fiesta del bebé. Es más, me iré ahora a prepararla. ¡Estoy tan feliz! ¡Te amo Ryan!

David salió de la habitación, y Ryan miró a Cristian, quien lo miró a los ojos y le golpeó en la nariz. Por primera vez, Ryan no reaccionó.
-       Nunca más me hable, si no es para asuntos del trabajo. Nunca más prometa lo que no va a cumplir. Nunca más me mienta ni diga que me ama. O que quiere casarse conmigo.
-       Cristian, yo sé que estás enojado…
-       ¡¿Todavía no entendió?! ¡Se acabó! ¡Se terminó el Cristian idiota! Ahora ocúpese de su hijo, y de su esposo, jefe.

Cristian salió furioso de la habitación y fue visto por David, a lo lejos. Luego vio pasar a Esteban y a Nando. Ryan salió de la habitación.
-       Ven conmigo, necesitamos hablar – le dijo Esteban, y continuó su camino al estudio. Los dos hermanos lo siguieron sin decir nada.

Los tres entraron al estudio y vieron adentro a Jijo, sentado en uno de los sillones, por lo que se sentaron frente a él. Esteban se sentó frente a su escritorio.
-       Ya están aquí como me lo pediste – dijo el abuelo.
-       Está bien, les diré todo.

Jijo comenzó contando la historia de un joven tímido que creció en un internado sin conocer a sus hermanos mayores, sino hasta que su padre murió y le dejó una enorme herencia que tras largos problemas, y demostrar que si pertenecía su apellido, repartió entre sus hermanos y su abuelo que tanto lo odiaba. Más tarde se ganó el amor de su familia perdida, para perderse él ahora, pero no fue porque él quisiera.

Conoció su verdadero amor posteriormente, mientras bebía cerveza roja en la barra del Club Alemán, un ingeniero alto y fuerte que le prometió grandes riquezas si abandonaba su familia, pues no le gustaba que lo hubieran relegado por tanto tiempo y, aunque él lo pensó, prefirió el amor de ese hombre al de su familia, pero al momento se arrepintió del sacrificio, mas ya no podía separarse.

Su esposo le permitió ayudar a su familia por última vez, y así fue que le entregó una casa grande a su abuelo antes de irse con él. Las cosas no fueron tan malas. El joven tímido ya había adquirido confianza, mucho dinero y una voz de mando que fue su verdadera herencia, un apellido paterno que le ayudaba por unos lados y el de su esposo que le ayudaba por otro.

Gracias a él fue que aprendió a interesarse y amar la ingeniería y terminó estudiando y graduándose con honores de aquella carrera. Fue un evento agridulce, pues para ese entonces, su esposo había sido asesinado, y él sospechaba quién había sido: su malvado socio. Lo supuso por la mala actitud que tuvo cuando se enteró de todos los beneficios que había heredado con su muerte y que según él, se los había  prometido por ser su amigo por toda la vida.

Luego lo confirmó cuando lo amenazó con demostrar que era el causante de la muerte de su propio esposo, y regresó a ser un hombre tímido y solitario, con la idea de vengarse por la pérdida del hombre que amaba. Fue así que asumió la identidad de su esposo, tomó su nombre Jonny Carlaiel, y borró su nombre y su rastro de todo el que lo buscara.

Después sedujo al que creía que era su asesino, a su socio Mauro Fherro, quien en su egocentrismo no lo notó y terminaron casándose en una unión civil con miles de contratos prenupciales, todo con tal de seguirle la corriente y que él no se diera cuenta de lo que pasaba. Solo quería esperar hasta que fuera el momento adecuado de vengarse, un momento que estaba cerca.

-       ¿Entonces no estás enamorado de él? – preguntó Ryan.
-       Es un antipático, creído, chocante e irritante. Definitivamente no es mi tipo – respondió Jijo – necesito que confíen en mí. Sé la razón por la que está detrás de El Edén y lo que está haciendo en la hacienda de Leukardo. No se puede salir con la suya, porque inicialmente ese plan era…
-       Era el de Carlaiel, ¿no es así? – aseguró Esteban - ¿Por qué son tan importantes esas tierras? Estoy seguro que me sacaste de allá por una buena razón.
-       Las haciendas están construidas sobre una bolsa de petróleo, valen millones de dólares. Jonny y yo lo supimos, pero Mauro apenas está investigando. Estoy retrasando sus operaciones, no sé cuánto más pueda hacerlo. Por esa razón te saqué de allí y a Leukardo, antes de que los mataran o les hicieran daño. Mandé a construir este club en tiempo record para eso, los demás que viven aquí, llegaron después.
-       Eso es cierto. ¿Y... cuál es tu plan?

Comentarios