Las Crónicas de la Línea del Cielo - parte 6

Mauro Fherro llegó el viernes por la mañana en una extravagante Hummer luego del mensaje que le envió Saris para citarlo con una oferta sobre la hacienda de El Edén. Con él llegó Jijo y ambos vestían ropa muy costosa. Como siempre, Esteban estaba tomando el sol en la entrada de la casa.
-       Bienvenidos a la Línea del Cielo. Usted debe ser Mauricio…
-       En realidad es Mauro. Llámeme así.
-       Y usted, joven, ¿quién es? – le preguntó Esteban a Jijo, quien estaba palido – Parece que estuviera enfermo.
-       Soy Jonny, y su casa es muy bonita, tal vez deberíamos hablar más tarde sobre ella.
-       No hay mucho que contar. Me la regaló uno de mis nietos antes de desaparecer, hace casi cinco años.
-       De seguro ha tenido una buena razón para hacerlo.

Un día antes...

Káterin despertó y se asustó al ver a Nando, quien estaba peinando una de sus 20 pelucas. Luego se sintió confundida mientras se levantaba.
-       ¿Dónde estoy?
-       Ay cariñito, despertaste. No te preocupes mi vida, ya vino un muchacho ojos claros, lo más de chusco, cabello despeinado, hablaba bonito, te estuvo revisando, analizando, no apareció nada. Debería ir a agradecerle más adelante, está cuidando a alguien en la casa vecina.
-       No entendí nada. ¿Dónde está Saris?
-       Está con Esteban.
-       ¡Ah! Claro, Esteban Calderón. Ya lo recuerdo, estamos en el Skyline.
-       ¿Skyline? No, es la Línea del Cielo.
-       No entiendes nada. Esta comuna de retirados está sobre un territorio llamado Skyline. La construyó un tal Jonny Carlaiel en tiempo record. Mi hermano… estuvo involucrado en ese tema, pero esta tierra tiene un secreto, que estoy tratando de resolver.
-       ¿Y qué hace él?
-       Ya no importa. Murió por culpa de Esteban Calderón y de Mauro Fherro. Quiero vengarme de ellos. Pero seguro no vas a entender nada.
-       Tal vez sí. Hace mucho conocí que tenía un hermano, y a pesar del poco tiempo que coincidimos, lo quise bastante. Luego desapareció. Mi hermano mayor, Ryan, ha estado buscándolo, pero nunca ha llegado nada. Estoy seguro que si nos enteramos de que le hicieron algo, no dudaremos en tomar venganza.

Por la puerta de la habitación entraron Saris y Esteban.
-       No es necesario vengarse de nadie – dijo Saris – hablé con Esteban y descubrimos algunas cosas muy interesantes.
-       Mañana en la mañana resolveremos más de un misterio – dijo Esteban.
-       Bueno, ustedes resuelvan lo que quieran, yo iré a dar un paseo – dijo Nando y le guiñó el ojo a Káterin, quien hizo una expresión de extrañeza.

Nando bajó las escaleras y se cruzó con David, quien entró a la cocina y encontró a su padre preparando té.
-       ¿Qué haces aquí? – preguntó Luis Carlos.
-       Estoy buscando a Ryan. Seguro que está con Cristian. Mi novio me engaña.
-       Eso sí es peligroso.
-       Sí, pero qué hacemos papá.
-       Espera, Ryan, como todos los hombres, se mueren por un hijo.
-       ¿Qué quieres decir?
-       Que tendrás un hijo.
-       ¡No! ¡Jamás tendré un hijo! Jamás tendré un hijo y tú los sabes. El trato era sin niños, son insoportables.
-       Ay, haz un esfuerzo por superar tu estupidez, ¿sí, cariño? No tendrás un hijo, pero tendrás un hijo.
-       ¿Y cómo es eso?
-       Jugarás con las culpas de tu novio y con su responsabilidad. Le dirás a tu novio que firmarás los papeles de adopción de ese niño que vieron hace meses. Eso siempre funciona.
-       Pero es una mentira que no podré sostener mucho tiempo.
-       Ay, parece mentira que seas hijo mío. Que falta de imaginación. Te casarás cuando tengas los documentos listos.
-       ¿Y después?
-       Después se romperán los documentos. Le negarán el permiso a Ryan para tener hijos. Es más, eso mismo nos servirá para librarnos de ese Cristian.
-       ¿Por qué?
-       Porque será él quien rompa los documentos. Será quien impida que tenga descendientes. Eso es algo imposible de perdonar. El mismo Ryan lo sacará a patadas.

Nando llegó a la casa vecina donde luego de golpear abrió Camilo. Se saludaron mutuamente con una sonrisa.
-       Toma, una caja de chocolates. Yo no puedo comer porque me engordo, tú sabes, Paquita la del Barrio, Adele, obviamente no. ¿Y tú qué haces?
-       Cuido a un paciente, está en la sala.

Nando se dirigió a la sala y vio a Leukardo sentado con el respirador. Se veía muy débil y parecía que dormía.
-       ¿Lo conoces?
-       Sí, pero está muy acabado. ¿Qué le pasa?
-       Tiene una enfermedad degenerativa que puede fácilmente terminar con un trasplante de una glándula ubicada aquí en el cuello – Camilo le señaló el lugar del cuello de Nando con los dedos y él se sintió conmocionado.
-       Tienes dedos suaves.
-       ¡Nando! – gritó Leukardo - ¿Sabe Esteban que estás aquí?
-       Dudo que vaya a pasar algo malo. No sabía que estabas en ese estado.

Leukardo le dijo que lo mejor era que se fuera, y que hablara con Esteban, quien en ese momento entraba a la casa.
-       Podemos hablar ahora, entonces.
-       Que seriedad, no entiendo nada.
-       Siéntate Nando. Y tú, Camilo, déjanos a solas.

Al día siguiente, luego de la llegada de Mauro, él ingresó junto a Jijo y Esteban a la casa. Nando estaba en la sala preocupado comiéndose una uña, cuando vio a los invitados y se detuvo. Primero vio a Jijo, pero tras la reunión que la noche anterior había tenido junto a Ryan, Luis Carlos y su abuelo, sabía que tenía que disimular, así que vio a Mauro y lo saludó.
-       Pero qué belleza de hombre, ¿Quién eres tú? ¿Qué te trae por aquí? Necesito saberlo todo todo.
-       Eres el actor, ¿no es así?
-       Ay, adorado, divino, no sé quién eres y tú me conoces. Eres una ternurita.
-       Sí… supe que estabas hundido y ahora seguramente eres el sirviente de esta casa. Mis maletas están atrás. Tráeme un café y un dulce de remolacha.

La expresión que tenía el rostro de Nando solo se vio cuando protagonizó ‘La bruja desesperada’ y tuvo que deformarse la cara para una escena en la que se enteraba que su gran fortuna había sido robada.
Muchos ya habían notado que la presencia de Mauro en aquella casa no iba a ser nada buena.
-       Bastardo - susurró.

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