El secreto del señor Montana - parte 8
Alejandra vio el reloj, faltaba poco para las dos de la tarde. De pronto
vio a Karen entrando de nuevo al hospital.
- Ya lo resolví todo – dijo ella, y continuó su camino hacia su padre.
Alejandra había estado escuchando sin querer las conversaciones
telefónicas de su hermana durante el día anterior. Tenía claro que era adicta,
y que robaba para drogarse con César. Pero quedó perdida cuando le dijo que ya
había resuelto todo. ¿A qué se refería? Mientras veía que su hermana abrazaba a
su padre, le pudo ver sus zapatillas embarradas, sus ojeras. La había seguido
en la mañana, cuando fue a la comisaria y pagó una fianza para sacar a César de
su detención por un cruce en rojo en estado de ebriedad.
Karen la encontró en la comisaría y le exigió que no la siguiera, pero
antes de que Alejandra le contestara, a ambas les llegó el mensaje por el
teléfono celular con el aviso de su madre. Ninguna habló en el camino al
hospital.
Alejandra se acercó a Karen y le pidió saber qué estaba pasando. Ella
se sinceró y le respondió que estaba haciendo una prueba, una prueba para
alistarse en el cuerpo de policía, y había pasado. Unas horas antes estaba
llevando a cabo el final de un plan de mucho tiempo, que consistía en atrapar a
César con las manos en la masa. Karen había aprovechado el acercamiento que
tenía con Alejandra para relacionarse con él, logró que César se interesara en
ella, no era difícil, después de lo que había pasado con Alejandra. La llevó a
las fiestas, la hizo partícipe de las orgias, volaron a Marte con drogas aún
desconocidas. Cuando se ganó la confianza de César, le prometió llevarla con
los narcotraficantes. Era esa noche o nada. Por eso tuvo que sacarlo de
prisión. Sin embargo, todo el dinero que había gastado, la policía se lo
devolvería.
- ¡Perdóname! – le dijo Alejandra – ¡Te traté tan mal!
- ¡Perdóname tú a mí! Te dije palabras horribles.
Ambas hermanas hicieron las paces con un abrazo.
Natalia no pudo evitar ver la reconciliación. Siempre se la pasaban peleando.
Entonces las hermanas le contaron lo que había sucedido durante las horas
anteriores. Natalia también demostró la alegría posible que tenía en ese
momento. Luego tuvo una idea. Conversó con Karen acerca de sus contactos con la
policía, y le pidió si era posible, toda la información relacionada con la
muerte de Mauricio Tribuca. Realmente había algo que no le coincidía. Karen le
preguntó que quién era Mauricio Tribuca, y si acaso no se refería a Mauricio Balmoral.
Como ella no respondió, dijo que le ayudaría y empezó a hacer unas llamadas. Natalia
vio a su padre, quien cabeceaba sentado en una de las sillas.
La tía Rosa había comprado algunos sándwiches que le ofreció a las
hermanas, y que devoraron sin pensar en su origen. Luego el doctor Monroe les
dijo que ya habían trasladado a doña Elena a una de las habitaciones, y que
podrían visitarla en un par de horas, en cuanto despertara. Él les pidió que le
avisaran a su esposo, pero Natalia les dijo que lo mejor era dejarlo descansar,
pues estaba muy exhausto.
Poco después Karen le dijo sorprendida que no tenían información de Balmoral,
que era su alias, y que pronto enviarían el historial de Mauricio Tribuca.
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